Australia aprueba el impuesto sobre CO2


Por fin se ha decidido. Después de un debate nacional y de polémicos anuncios del Gobierno en los que han participado personajes famosos apoyando la iniciativa, como la estrella de cine Cate Blanchett, se creará un impuesto que gravará las industrias que emitan dióxido de carbono.

El impuesto será de 23 dólares australianos, es decir, unos 17 euros por tonelada de dióxido de carbono emitido. El objetivo principal es luchar contra el cambio climático, ya que Australia es uno de los países que más CO2 aportan al mundo, sobre todo, por el sector energético, que tiene una alta dependencia del carbón: Australia depende en casi un 80% de este combustible para generar electricidad. La primera ministra ha señalado que Australia necesita un futuro de energía limpia y para ello hay que poner un precio al carbono.

La medida entrará en vigor, si todo se desarrolla según lo previsto, a partir del 1 de julio de 2012. Afectará, principalmente, a las quinientas grandes empresas que más contaminan del país: entre las que se encuentran empresas de los sectores eléctrico, minero y de la energía. Además, el impuesto aumentará anualmente un 2,5% hasta 2015, año en el que cambiará el sistema por uno parecido al que usa la Unión Europea, esto es, uno de comercio de emisiones en el que el mercado internacional fija los precios.

El objetivo final del Gobierno australiano es ahorrar 159 millones de toneladas de dióxido de carbono al año para 2020 o, en otras palabras, reducir las emisiones un 5% respecto a los niveles de 2000. Pese a que la medida va a beneficiar a todo el planeta, los ciudadanos australianos no están muy a favor de la medida y Gillard se ha convertido en la gobernante más impopular del país de los últimos quince años. Según las encuestas, sólo un 30% de la población apoya la medida. El sistema es considerado uno de los más ambiciosos del mundo para recortar las emisiones de CO2.

Australia es una de las naciones más contaminantes del planeta en términos per cápita. Sólo los países más contaminantes y mucho más poblados, como Estados Unidos, China, Rusia, India o Japón, le superan. Precisamente el argumento del líder de la oposición para oponerse a la medida es que no va a servir de nada si otros países, como China, Estados Unidos o India, no hacen nada por contribuir a solucionar el problema. No le falta razón, pero no es excusa para, como país, aceptar las propias responsabilidades.

Habrá que ver cuánto repercute finalmente la medida en los empleos y los bolsillos de los australianos. Para compensar la medida sólo hay un camino: el desarrollo de las energías limpias, para generar electricidad y empleo.

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