La orina del Hyrax permite estudiar el cambio climático


Investigadores franceses han encontrado una curiosa manera de estudiar más y mejor el cambio climático en el pasado. Ni cortos ni perezosos, se dedican a rastrear varios miles de años analizando las capas de orina depositadas durante generaciones en las rocas de las montañas del sur de África.

El Hyrax es un cobaya de pequeño tamaño que vive entre las rocas y que acostumbra a marcar el territorio de forma regular, es decir, suele orinar siempre en los mismos lugares, una costumbre que los científicos aprovecharán para investigar sobre la evolución del cambio climático a lo largo del tiempo.

La Universidad de Montpellier, en Francia, lleva a cabo una investigación siguiendo estas marcas dejadas a lo largo de miles de años. ¿Pero, cómo hacen uso de esta herramienta? La evolución del cambio del clima puede conocerse mediante este sistema ha permitido rastrear hasta 55.000 años atrás gracias al hallazgo de capas de orina suficientes.

Son capas que contienen partículas que pueden fecharse y analizarse, como pedacitos de hojas, polen, restos de calcio y gas atrapado en burbujas, entre otras, y su análisis permite fecharlas. En concreto, por el momento se ha encontrado evidencia que ayuda a explicar lo ocurrido en África después de la edad de hielo.

Conocer el pasado para predecir

Según se conoce, el derretimiento de los glaciares crearon grandes cantidades de agua muy fría bloqueadas por las montañas de Europa en un principio, pero al producirse un desbloqueo el agua acabó en el Mar del Norte, provocando un enfriamiento en Europa.


¿Pero, qué ocurrió en el resto del mundo? Se ha obtenido una respuesta gracias a las capas de orina, que sugieren que África también se enfrió. Por lo tanto, se puede afirmar que este método ha permitido hallar evidencias que permiten sustentar la teoría de que el fenómeno pudiera haber sido global, en realidad.

Por otro lado, las capas de orina contradicen las teorías que consideran que el sur de África es árido desde hace aproximadamente 12.000 años. ¿La razón? Muy sencillo: los Hyrax comían hierbas que crecen en climas húmedos.

Conocer cómo cambió el clima en el pasado, por último, ayuda a crear modelos capaces de predecir lo que ocurrirá en el futuro, algo fundamental en el contexto de calentamiento global que sufrimos.

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