Ya casi nadie niega las consecuencias del cambio climático. Consecuencias que no son sólo medioambientales, sino también económicas y, por fin, sociales. Gobiernos, instituciones públicas internacionales, ONG, científicos e, incluso, militares tienen en cuenta el fenómeno para sus planes de acción, sus estudios, para afrontar el futuro desde cualquier perspectiva. Hay que aprender a vivir con los efectos que produce este fenómeno meteorológico global.
En general, la adaptación al cambio climático se piensa desde una perspectiva defensiva, esto es, con el objetivo de mitigar sus posibles efectos. Que el calentamiento global afecte lo menos posible al medio ambiente, que las sequías, las tormentas y otros fenómenos meteorológicos extremos no alteren la agricultura, que el ser humano pueda seguir produciendo alimentos básicos para dar de comer a toda la población mundial. Sin embargo, si se va un paso más allá, el cambio climático puede servir para canalizar un cambio, no sólo en la relación del ser humano con el planeta, con la naturaleza, sino un cambio radical en el modo de vida y en los sistemas sociales. El cambio climático puede ser un acicate para la revolución social.
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