El tráfico aéreo es un gran problema que afecta al cambio climático. Cada vez vuelan más aviones por el cielo. Subirse a un avión es accesible para más gente. Pero, lo que para algunos es una posibilidad de viajar para conocer nuevos pueblos, culturas diferentes y paisajes nunca antes vistos o, también, de ampliar su negocio, para todos se convierte en una forma de contribución a los efectos negativos del cambio climático. Desde la década de los sesenta del siglo pasado, el tráfico aéreo ha aumentado de forma sustancial. Y se prevé que siga aumentando en el futuro.
Los gases que emiten los motores de las aeronaves modifican la atmósfera y destrozan la capa de ozono, lo que modifica el clima mundial. Según las investigaciones, además de la emisión de dióxido de carbono, los aviones emiten partículas de hollín, vapor de agua, estelas de vapor de los motores y todo ello hace que aumente la formación de cirros (un tipo de nubes que no suele llevar asociada precipitaciones) y que se enfríen las partículas de sulfato que hay en la atmósfera.
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