Emitimos carbono por encima de nuestras posibilidades


Las emisiones de gases de efecto invernadero aumentan cuando las economías crecen, en periodos de bonanza económica, pero, cuando hay recesión, las emisiones no caen tan rápidamente. Quizá sea porque la gente no está dispuesta a abandonar el modo de vida de los buenos tiempos. Está claro que estamos contribuyendo al cambio climático por encima de nuestras posibilidades.

Estos datos se desprenden de un informe publicado en la revista Nature Climate Change. Es un jarro de agua fría para esos Gobiernos que pensaban que la recesión económica que sufren actualmente muchos países puede suponer una disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero y, por tanto, una mitigación de los efectos del cambio climático.

Las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero, aumentó, de media, un 0,73% por cada aumento del 1% del Producto Interior Bruto (PIB) per cápita, según el informe elaborado por un equipo dirigido por Richard York, de la Universidad de Oregon. En cambio, las emisiones cayeron sólo un 0,43% por cada por 1% de caída del PIB per cápita. El estudio se elaboró teniendo en cuenta las estadísticas del Banco Mundial de más de 150 países y desde 1960 hasta 2008.

La recesión económica, por tanto, no lleva a una disminución de la cantidad de emisiones comparable al crecimiento económico que sí conduce a un aumento de las emisiones. Esta diferencia puede deberse a que las nuevas infraestructuras construidas en tiempos de crecimiento económico (nuevas viviendas, carreteras, fábricas, etc.) se siguen utilizando durante la recesión. Cabe recordar, también, que el dióxido de carbono se emite, principalmente, por la quema de combustibles fósiles.

Cuando hay crisis, las fábricas, por ejemplo, no se cierran inmediatamente. Ni la gente deja de coger el coche. En cambio, pueden retrasar la compra de un coche nuevo y menos contaminante. Por otra parte, hay edificios que necesitan renovar la calefacción o el aire acondicionado para ser más eficientes desde el punto de vista energético.

Incluso desde 1990, cuando muchos países desarrollados comenzaron a tratar de frenar sus emisiones de gases de efecto invernadero en virtud de un acuerdo en la ONU, las emisiones también disminuyeron menos que lo que aumentaron cuando la economía creció.

Una vez más, se comprueba que los problemas medioambientales, en este caso, el cambio climático, no se pueden afrontar desde una perspectiva económica.

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