Agricultores que no creen en el cambio climático


En el Medio Oeste de Estados Unidos se ha producido una de las peores sequías de la historia del país. Además, potentes tormentas han destrozado campos y ciudades (el caso paradigmático es el huracán Sandy pasando por Nueva York). Aún así, algunos agricultores no creen en el cambio climático. Por consiguiente, tampoco piensan que sea beneficioso adaptarse a sus consecuencias.

Por otra parte, la propia agricultura contribuye al calentamiento global. Así, el peligro es doble: por un lado, la no adaptación, que producirá cosechas menos productivas; por otro lado, prácticas poco sostenibles que acelerarán el calentamiento global. En otras palabras, creen que este tipo de condiciones climatológicas extremas se producen cíclicamente y que ellos no pueden hacer nada para evitarlas.

Muchos granjeros estadounidenses niegan que el cambio climático sea culpa de las actividades del ser humano. No creen en lo que los científicos han demostrado. Sociólogos de la Universidad Estatal de Iowa realizaron una encuesta a casi 5.000 agricultores que cultivaban maíz: sólo el 66% cree que el cambio climático está ocurriendo, pero, aún peor, sólo el 41% cree que el ser humano es el máximo responsable. Este pensamiento es generalizado entre la mayoría de agricultores del país norteamericano.

Quizá la explicación se encuentre en la percepción que tienen los granjeros del clima y los cultivos. En algunas zonas, se enfrentan a una diferencia de 10 ºC de un año a otro, ¿por qué les iba a preocupar que aumente 2 ºC la temperatura media global dentro de cien años?

Una percepción cultural muy difícil de cambiar


Las previsiones climáticas a largo plazo no se corresponden siempre con la realidad a corto plazo y los granjeros no se fían. Hasta que no les suceda, no harán nada para adaptarse a las nuevas condiciones. Creen en lo que ven y no en lo que los científicos prevén. La contradicción está en que una gran mayoría sí cree en Dios, aunque nunca lo hayan visto.

Son costumbres arraigadas que se han forjado durante generaciones. En el caso de un agricultor orgánico que viva en Nueva York o que haya estudiado en la universidad y que sea la primera generación que trabaja la tierra sí hará caso al consenso científico que predice un cambio climático.

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