Pueblos indígenas afectados por la lucha contra el cambio climático


¿Se están tomando las medidas adecuadas para frenar el cambio climático? ¿Son medidas que no perjudican a ninguna comunidad, a ningún pueblo? ¿Todos los habitantes del planeta son tenidos en cuenta o, como es habitual, sólo los habitantes de los países que dominan política, económica y culturalmente el mundo? La organización Survival cree que está ocurriendo exactamente eso, las medidas favorecen a los países poderosos a costa de influir negativamente en el modo de vida de los pueblos indígenas.

Survival ha presentado un informe al que han llamado «La verdad más incómoda de todas», en referencia al famoso documental presentado y promocionado por el ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore. Según el informe de la organización Survival, las medidas para detener el calentamiento global pueden ser tan devastadoras para los pueblos indígenas como el propio cambio climático.

El informe analiza aspectos como la producción los biocombustibles y de energía hidroeléctrica, la gestión de los bosques o el sistema de compensaciones de emisiones de dióxido de carbono y concluye que la mayoría de estas medidas amenazan a los pueblos indígenas de todo el mundo. Este tipo de comunidades dependen de la tierra para su supervivencia y son las más afectadas por los cambios que se están produciendo en el clima. Sin embargo, la mayoría de medidas que se están tomando a este respecto afectan negativamente a su modo de vida. Además, no se les involucra en la lucha y no se tienen en cuenta sus derechos sobre la tierra donde siempre han vivido. Así, les afecta tanto el cambio climático en sí mismo como las medidas que se toman para su mitigación.

En la Amazonia, el pueblo yanomami comprueba como las sequías son cada vez más frecuentes. Uno de sus líderes comenta: «Las lluvias llegan tarde. El sol se comporta de una forma extraña. El mundo está enfermo. Los pulmones del cielo están contaminados. Sabemos qué está ocurriendo. No se puede seguir destruyendo la naturaleza. Todos moriremos, quemados y ahogados».

Todo el modo de vida de Los inuit (esquimales), en el Ártico, depende del hielo. Y ahora se está derritiendo. La caza y la pesca es más difícil. Los pastores de renos de la comunidad saami, en Finlandia, Noruega, Rusia y Suecia, ven cómo sus manadas están disminuyendo, a los renos les cuesta más obtener comida y el hielo es cada vez más fino.

Algunos proyectos que pretenden luchar contra el cambio climático no ayudan a los pueblos de la zona. En Borneo, el Gobierno de Malasia ha promovido una presa gigante en Bakun, como una fuente de energía verde y un esfuerzo por detener el calentamiento global. Pero la presa desplazó a 10.000 indígenas, entre ellos, muchos cazadores-recolectores que tienen un modo de vida seminómada y ahora no pueden cazar o recolectar y se ven obligados a abandonar sus tierras. Son personas que no se adaptan fácilmente a otros ambientes y tienen serias dificultades para sobrevivir lejos de un lugar donde han permanecido durante miles de años.

En Kenia, se ha puesto en marcha un programa para salvar la selva Mau. Dentro de este plan gubernamental se prevé expulsar a cualquier ser humano fuera de la selva, incluidos los ogiek, una comunidad indígena que ha vivido allí de forma sostenible durante años. Ante las protestas de los propios ogiek y de la comunidad internacional, el Gobierno keniata está valorando la posibilidad de permitir que esta comunidad pueda permanecer en la selva. Como siempre ha hecho.

Otro peligro proviene del sistema de compra de derechos de emisión de dióxido de carbono. Los países contaminantes, que, finalmente, son los países ricos y los que se encuentran en desarrollo, pueden pagar a los países pobres para que gestionen sus bosques y selvas y se conserven y amplíen estos sumideros de carbono. Con este sistema está claro que el bosque vale mucho más dinero que antes. Así que existe el peligro de venderlo y de que las comunidades locales sean expulsadas. Si se pone un valor monetario a un bosque, se comercializará con él. Y los derechos de sus habitantes no valdrán nada.

Hay que luchar con todos lo medios a nuestro alcance contra el cambio climático, sí, pero sin olvidarnos de respetar los derechos de las comunidades indígenas, pueblos que han respetado su entorno durante miles de años, apostando por un modo de vida sostenible. Deberíamos aprender de ellos en vez de dejarles sin su sustento histórico y natural.

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