Como la hipertensión, el cambio climático necesita medicación diaria, afirma un experto


Si es cierta la curiosa comparación que hace este experto entre hipertensión y cambio climático, mucho me temo que estamos aviados, teniendo en cuenta la obligatoria detención del avance del calentamiento global para evitar un calentamiento global insoportable. Y eso porque, según Youba Sokona, científico del Centro Africano de Política Climática de Etiopía, ambos comparten la necesidad de una «medicación a largo plazo, día a día».

Lógicamente, el experto no tarda ni un instante en apostillar que su comparación denuncia la situación de parálisis que vivimos. Por lo tanto, ese celo a la hora de detener el impacto climático es poco menos que imposible, sobre todo teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad obsesionada por «lo inmediato», apunta.

Siguiendo con el mismo ejemplo, Sokona profundiza en su argumentación apuntando que los hipertensos son pacientes que precisan ser constantes, no olvidar su medicación en ningún momento y, sobre todo, no abandonarla jamás. De igual modo ocurre, a su juicio, con el tratamiento que precisa el manejo del cambio climático.

No mejora con una aspirina

Así pues, su avance será imparable y devastador si actuamos como si se tratara de un dolor de cabeza, es decir, siguiendo con su mismo ejemplo, tomándonos una aspirina para conseguir un efecto inmediato que nos librara de las molestias. Por contra, el cambio climático, como la hipertensión, quiere una constancia y una continuidad que, de no tenerla, nos «acarreará problemas».

La conclusión y moraleja son sencillas de adivinar: como la hipertensión, se requiere de un «trabajo a largo plazo» y de una «perseverancia» que no falle para poder dar con las mejores soluciones.

¿Qué decir de los escépticos con el cambio climático? Sokona lo tiene claro: no creen en él «no porque no esté pasando, por falta de evidencias científicas», sino por «otras razones». Eso sí, no deja de reconocer que existe un interés creciente por los eventos climáticos extremos, que «cada vez serán más frecuentes» y que, en parte, son debidos al cambio climático.

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