La isla de Hawái o, como la conocen los estadounidenses, the Big Island, la Gran Isla, no sólo es famosa por sus playas, sus volcanes o el recibimiento que ofrecen las nativas con una corona de flores al cuello, sino también por su naturaleza bella y salvaje. Entre otras especies, cabe destacar el burro salvaje, una especie que está cambiando de hábitos debido al cambio climático.
Los burros salvajes de la isla de Hawái, en los últimos años, se han reproducido velozmente. Pero esta explosión demográfica ha coincidido con un periodo de pertinaz sequía que está obligando a estos animales, que habitualmente viven en las tierra altas de la isla, a bajar a las aldeas en busca de alimentos.
No es raro ver, en los últimos tiempo, a burros salvajes rondando escuelas primarias en busca de comida y agua. La situación, más que preocupante, es triste. En todo caso, la Sociedad Humanitaria de Estados Unidos ha decidido trasladar a los burros a dos santuarios en el estado de California. En un avión, los desconcertados burros dejan su isla y llegan al continente americano.
En la isla, los animales están tan hambrientos y sedientos que no fue difícil atraparlos con el señuelo de comida. De los seiscientos burros que componían un rebaño, doscientos ya han sido esterilizados. Se espera atrapar y esterilizar al resto. Cien de ellos serán trasladados al continente. Este traslado costará unos cien mil dólares que será pagado, en parte, con donaciones privadas.
En Hawái, la empresa Donkey Tales Hawáii organiza excursiones a lomos de los burros. Se cree que los primeros burros que llegaron a Hawái fueron los que trajo el primer cónsul británico, Richard Charlton, en otoño de 1824. Tras la II Guerra Mundial, cuando los agricultores comenzaron a usar todoterrenos y tractores, dejaron sueltos a los burros, que sobrevivieron y se multiplicaron. Quizá habría que comenzar a alimentar de nuevo a los burros y dejar de alimentar con petróleo a los tractores y coches todoterreno.