Las ballenas jorobadas parecen seguir el viejo consejo que recomienda no moverse al que esté bien. Y ellas lo están, vaya si lo están disfrutanto de unos veranos cada vez más largos en la Antártida por gentileza del cambio climático.
Cada año, las ballenas acostumbran a emigrar en época estival a aguas de la Antártida, donde pasan sus veranitos comiendo krill (camarones) a placer, un auténtico manjar que consituye la fuente de alimentación más importante de estos gigantes marinos. ¿Entonces, por qué marcharse? Si el calentamiento global está retrasando el invierno, no hay motivo para alejarse de las bahías antárticas en las que tan bien se encuentran.
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