No es casualidad que la palabra «tsunami» provenga del idioma japonés. Literalmente, significa ola de puerto. Una palabra japonesa que ha invadido todos los idiomas del mundo. El país del sol naciente tiene una larga tradición de maremotos. Y, por tanto, también de terremotos. Porque el tsunami se forma después de producirse un terremoto.
En 1993 se produjo un fortísimo tsunami cerca de Hokkaido. Sin embargo, y aunque las olas alcanzaron una altura de 31 metros, sólo arrasó la isla de Okushiri. Con todo, más de doscientas personas perdieron la vida. Ahora, queda todo el trabajo de recuperación del país. El verdadero alcance de los daños económicos no se conocerán con fiabilidad hasta dentro de unos meses.
La economía de Japón puede quedar, después de este desastre natural, muy maltrecha. Aunque es en las peores situaciones cuando un pueblo da lo mejor de sí mismo. Mientras los japoneses (y los voluntarios de muchos otros países) trabajan para normalizar cuanto antes la situación de la vida diaria, los expertos en economía hacen cálculos de las pérdidas económicas. En un primer vistazo, se cree que las pérdidas superan ya los cien mil millones de dólares (más de 70.000 millones de euros) y que las aseguradoras se tendrán que enfrentar a unos gastos de 34.600 millones de dólares (casi 25.000 millones de euros). En todo caso, sólo son cálculos preliminares y precipitados.
Los estadounidenses, muy dados a este tipo de cálculos monetarios, sobre todo, si son temas de aseguradoras, señalan que los perjuicios causados por el que ha sido el peor terremoto de la historia de Japón seguirán aumentando día tras día, ya que muchas catástrofes y accidentes, como incendios o la ya famosa fuga en la planta nuclear, no se producirán hasta pasados unos días. Es bastante probable, pues, que cuando los medios hayan saturado a sus telespectadores y se marchen a otro lugar del mundo, en Japón sigan produciéndose accidentes y sufrimiento de gente.
En todo caso, no es fácil hacer el cálculo de las pérdidas económicas. Empresas, aseguradoras, reaseguradoras, corredores de bolsa, mercados financieros y compañías, sector público, sector privado, los rebotes de hundimientos financieros pueden venir de cualquier parte. Sólo el daño producido en las viviendas de la costa oriental de Ibaraki, Tochigi, Miyagi, Iwate y Fukushima, superará los 20.000 millones de dólares, sin con los daños producidos en las instalaciones comerciales.
A todo ello, hay que sumar las pérdidas de las grandes empresas japonesas conocidas en todo el mundo, como Honda, Toyota, Nissan o Sony, que han tenido que cerrar temporalmente sus fábricas y calculan en miles de millones de dólares sus pérdidas. La bolsa cayó ayer más de un 6%. Así que, finalmente, por muy duro que haya resultado el golpe, la verdad es que la mentalidad sigue sin cambiar. Lo importante es el beneficio empresarial de unos pocos. Lo importante sigue siendo calcular lo que van a tener que pagar las compañías de seguros. En vez de pensar en un sistema que tenga más respeto por el medio ambiente y por la mayoría de la gente. Porque Japón es tierra de tsunamis y no será el último.