La guerra y la pobreza no son las únicas causas de las migraciones. En los últimos años hay que añadir el cambio climático dentro de ese conjunto de problemáticas que hacen que algunas personas se vean obligadas a abandonar sus hogares para sobrevivir.
Del campo a la ciudad
Es lo que está pasando en países como Bangladesh (las dos fotos de este artículo ilustran lo que está pasando allí), donde los más perjudicados han huido de entornos rurales para refugiarse en la gran ciudad. Es solo un ejemplo, porque en distintas partes del planeta se están viviendo situaciones parecidas en entornos completamente distintos.
Hay quienes opinan que este tipo de migraciones van a ser más habituales de lo que creemos con el paso del tiempo. Ante ello solo se puede reaccionar de dos formas: acostumbrándose a los cambios o mitigando los efectos del cambio climático.
Lo primero es muy complicado, ya que las personas que emigran suelen tener problemas económicos y carecen de recursos para salir adelante en pueblos que tampoco están preparados. Tal vez con el paso de los años sea posible, pero por ahora no coge de imprevisto.
La segunda propuesta es deseable, pero no por ello alcanzable. Los países no están dando la talla a la hora de planificar acciones de choque contra el cambio climático. No parece que vayan a cumplir sus objetivos, que por otra parte suelen ser insuficientes. No hay conciencia ecológica porque en las grandes ciudades se vive ajeno a los problemas que afectan a la naturaleza.
Las fuentes alternativas deberían alcanzar un mayor protagonismo, pero con el precio del petróleo por los suelos no parece que los poderes económicos estén por la labor de potenciar energías limpias como la eólica o la solar. Sería una estocada mortal para los que todavía manejan el cotarro.