El cambio climático es un urgente reto para cualquier política que se precie de mínimamente responsable, pero abordarlo va más allá de reducir el CO2 o de un tratamiento puramente ambiental. Tal y como advierte un nuevo estudio coordinado por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI), el PNUD, el PNUMA y el Banco Mundial, se trata de un problema amplio, tan importante que de su resolución a corto y largo plazo depende el futuro de los países.
La adaptación al mismo determinará cómo se podrán afrontar sus embates, es decir, a los eventos climatológicos extremos, que afectan tanto a la biodiversidad como a las poblaciones humanas y a las economías.
El mayor o menor atino a la hora de diseñar y aplicar políticas en torno a las adaptaciones determinarán el mañana de los países y de las comunidades en general, sostiene el informe titulado Recursos mundiales: adaptación en marcha.
Un gran desafío
La misma diversidad de los eventos extremos (sequías, lluvias torrenciales, huracanes, etc.) se une al aumento del nivel del mar para poner en jaque a los territorios de desigual manera, pero siempre suponiendo un gran desafío.
De este modo, se insta a los gobernantes a empezar a tomar decisiones o a seguir haciéndolo en función de la particularidad de cada región, pues el cambio climático no afecta por igual en todas partes ni sus efectos se sufren del mismo modo por todas las poblaciones, dependiendo de su nivel de riqueza.
En efecto, las poblaciones más pobres son más frágiles ante un tornado o unas inundaciones, pongamos por caso. No sólo se producen más víctimas, sino que también hay graves problemas a la hora de reconstruir los destrozos ocasionados, así como para indemnizar a los damnificados. Lógicamente, un huracán en Australia o en Estados Unidos, no afectará igual que otro de igual magnitud en algún país pobre. Aunque, por desgracia, también los recursos políticos son menores en estos últimos.