Por la noche, en verano, en muchas ciudades se hace casi imposible pegar ojo. No ocurre lo mismo en el campo, en los pequeños pueblos. La ciudad parece retener el calor durante todo el día para dejarlo escapar por la noche. La consecuencia es que por la mañana muchos ciudadanos lucen tremendas ojeras que denotan una noche de insomnio.
La vida en las ciudades se calienta por la noche. El asfalto y el hormigón son materiales que absorben más que otros el calor del sol. Eso puede suponer que, dentro de una misma zona climática, el mercurio de las ciudades esté a unos cuantos grados de más en comparación con el campo. Además, la falta de vegetación ralentiza la brisa y vuelve el aire de la ciudad más contaminado. Las grandes ciudades en verano son calor y contaminación.
El Centro Nacional de Investigación Atmosférica en Boulder, Colorado, ha llevado a cabo un estudio en el que se registran las condiciones meteorológicas y los niveles de contaminación en muchos lugares de la ciudad de Houston, Estados Unidos. Se comprobó cómo, tanto las condiciones climáticas como la contaminación, varían con el tipo de material que cubra la superficie terrestre.
Así, las aceras y las carreteras absorben el calor y mantienen cálida la ciudad durante toda la noche. En cuanto a las zonas costeras, esto significa que hay menos diferencia entre la tierra y la temperatura del mar, sobre todo, durante el verano. Además, la refrescante brisa del mar no llega a cambiar la temperatura de la ciudad. Y, en las noches más cálidas y sin brisa, hace que las noches de las grandes ciudades costeras sean densas y pegajosas.
En el caso concreto de la ciudad de Houston, donde se llevó a cabo el estudio, la expansión de los suburbios y de las instalaciones petroquímicas funcionan como un cortavientos particularmente potente y se llega a uno de los más altos niveles de contaminación de aire en Estados Unidos. Algo que, según los responsables del estudio, ocurrirá en muchas otras ciudades costeras de todo el mundo.