El ayuntamiento de Seattle decidió hace algún tiempo que la ciudad debía ser neutral en sus emisiones de carbono en 2050. Toda una ciudad de más de 670.000 habitantes y más de tres millones en sus alrededores que pretende no emitir más dióxido de carbono que el que es capaz de absorber. Todo un reto. Una ciudad que, al contrario del Gobierno Federal de su país, estaba de acuerdo con los objetivos del Protocolo de Kioto.
No es la única ciudad que se plantea unos objetivos tan ambiciosos desde el punto de vista medioambiental. También Melbourne o Copenhague quieren llegar a la neutralidad en emisiones de carbono. Aunque Seattle cuenta con algunas ventajas, como la de llevar varios años desarrollando las energías renovables, lo que supone tener parte del camino hecho.
La ciudad, pues, se ha trazado un plan y, en todo caso, el CO2 que no pueda dejar de emitir, lo compensará con proyectos que absorban dióxido de carbono. El gran reto es disminuir las emisiones que producen los vehículos que utilizan combustibles fósiles y la energía que se usa en los hogares y los edificios.
Iniciativas como ésta hacen que los responsables se enfrenten a la realidad de cómo combatir el cambio climático y muchos expertos, al no poder producir suficiente energía limpia para todas las ciudades, no ven otra solución que concentrar sus poblaciones en menos espacio para no depender del coche. En otras palabras, hay una parte del plan de neutralidad cero de Seattle que depende de los propios ciudadanos: no usar el coche. Aunque lo que sí deben hacer los poderes públicos es alentar ese cambio de mentalidad, mejorando el transporte público y habilitando más y mejores carriles-bici. También se puede optar por medidas punitivas, como subir la tarifa de los aparcamientos en la ciudad o los impuestos por tener un coche. Medidas, sin duda, impopulares. Pero necesarias si los ciudadanos no se conciencian por sí mismos del problema y actúan al respecto.
Con una política decidida para impulsar la movilidad sostenible y una mayor eficiencia energética en los edificios, tal vez la ciudad de Seattle consiga su ambicioso propósito de llegar a la neutralidad en carbono para 2050. Sería una gran lección para el resto de ciudades del mundo. Ojalá lo consigan.