Blanquear las nubes puede no ser un buen sistema


A veces se pierde la perspectiva cuando se trata de innovar en los métodos para luchar contra el cambio climático. Ya se sabe lo que hay que hacer: cambiar el modo de vida, cambiar el modo de sociedad, el modelo económico. Sin embargo, algunas personas aún piensan que este grave problema se puede enfrentar con ideas más acordes con una novela de ciencia ficción que con la realidad.

Una de estas técnicas que quiere ayudar a combatir al cambio climático es la de blanquear las nubes rociándolas con agua de mar (algunos las llaman nubes de sal). La idea se que las nubes más blancas reflejan mejor la energía solar y hacen que ésta rebote hacia el espacio, enfriando la Tierra. Sin embargo, según nuevas investigaciones, este extraño método puede traer más perjuicios que beneficios.

El nuevo estudio presentado esta semana durante la reunión de Geociencias de la Unión Europea explica que el uso de gotas de agua del tamaño incorrecto puede dar lugar al efecto contrario al que se pretende, es decir, a calentar el planeta en vez de a enfriarlo. Incluso uno de los creadores de esta teoría ha avisado del peligro y ha señalado que hay que cerciorarse de que las gotas sean del tamaño correcto.

La técnica del blanqueamiento de nubes fue ideada en 1990 por John Latham. Desde entonces, ha sido desarrollada por otros investigadores, uniéndose a una serie de técnicas de geoingeniería que intentan reducir la radiación solar que llega a la tierra, así como absorber el dióxido de carbono del aire.

Entre las diversas ideas que se barajan, hay una, por ejemplo, que prevé diseñar buques movidos por el viento y capaces de trasladarse a zonas del océano donde las nubes estratocúmulos escaseen. Los barcos lanzarían continuamente chorros de finas gotas de agua desde el mar hacia el cielo. Aún no se ha puesto en práctica.

Sin embargo, Kari Alterskjaer, de la Universidad de Oslo, en Noruega, ha presentado un estudio, hecho mediante observaciones a las nubes y un modelo informático del clima mundial, en el que se confirma que las mejores zonas para probar esta técnica serían al oeste, tanto de Norteamérica, como de Sudamérica y de África. Pero la investigadora noruega también concluyó que debería lanzarse hacia las nubes alrededor unas setenta veces más sal que lo calculado previamente. Además, si se usan las gotas del tamaño incorrecto, podría llevar a un calentamiento neto del planeta.

A veces, se convierte lo fácil en difícil.

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