La lucha contra el cambio climático es una lucha global y a largo plazo. No sólo se trata de usar menos los combustibles fósiles, que también, o de que cada persona ahorre en el gasto energético de su vida diaria, que también, sino que se trata de pensar todo lo que se hace, se construye o se elabora a varios años vista. Por ejemplo, cuando se vaya a construir una casa, hay que pensar en construirla de modo que reduzca las emisiones de dióxido de carbono, no sólo mientras dura el proceso de construcción, sino también durante los años venideros.
Si se construye una casa de 100 metros cuadrados con la estructura, las ventanas, las puertas y los suelos de madera se pueden reducir 20 toneladas en emisiones de CO2 en su construcción, a lo que hay que sumar otras 40 toneladas por la reducción del gasto energético.
Con esto no se descubre América. La madera fue el material más utilizado en la construcción de casas en el pasado. El cambio radical se produjo cuando los avances tecnológicos permitieron llevar el hormigón y el acero al sector de la construcción, dejando a la madera para usos secundarios. Pero ahora hay que volver a reivindicar este material, ideal, no sólo para la construcción de edificios, sino también para el diseño de interiores y la decoración, ya que se trata de un producto natural, ecológico y renovable.
Según estudios elaborados por el Centro de Servicios y Promoción Forestal y de su Industria de Castilla y León (Cesefor) el uso de madera en la construcción consigue un ahorro de 60 toneladas de emisiones de dióxido de carbono en la construcción de una casa de 100 metros cuadrados, siempre que se utilice en todas las partes posibles. Si se opta por esta forma de construcción, además, se puede reducir el gasto energético al ser la madera un buen aislante y un material cálido. Sumando ambos aspectos se llega a esas 60 toneladas de ahorro de CO2.