El Gobierno de Estados Unidos ha presentado un plan sin precedentes para limitar la emisión de dióxido de carbono (CO2) de las centrales eléctricas de nueva construcción. Los límites han sido establecidos por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. La propuesta tiene como objetivo que construir una planta que funcione con carbón no sea rentable, aunque no se sabe muy bien qué puede pasar con las plantas de energía que funcionan en la actualidad o aquellas cuya construcción se pondrá en marcha en los próximos doce meses.
La medida, claro, no está exenta de polémica: la reducción de emisiones de CO2 es una medida positiva que muchos aplauden, también algunas empresas. Pero otras, consideran la medida muy restrictiva. Ya se sabe que los estadounidenses están acostumbrados a que, en cuestiones empresariales, la libertad total esté por encima de todo, también por encima del medio ambiente.
La EPA ha propuesto que, para limitar las emisiones de gases contaminantes, todas las plantas de energía estén equipados con sistemas de captura y almacenamiento de carbono. Después, habría que trasladar todo ese CO2 a almacenamientos subterráneos.
Con el fin de disminuir sus emisiones a un nivel comparable con las de las plantas de gas natural, las plantas que se alimentan con carbón necesitan reducir un 50% son emisiones. Y no hay otra forma que capturando y almacenando el carbono.
En términos numéricos, la potencia máxima de emisión de CO2 por MWh (megavatio por hora) se fijó en 454 kilogramos. La norma, en definitiva, quiere ayudar al desarrollo de las energías limpias. El país tiene la tecnología adecuada para dejar a las siguientes generaciones un sistema energético que respete el medio ambiente y no contribuya al cambio climático.
El impacto del cambio climático, además, afecta a todo y, especialmente, a la agricultura. Si no se toman medidas ahora, el impacto económico será enorme.