Se calcula que la degradación de las turberas es responsable de más de 3000 millones de toneladas de dióxido de carbono por año. Cerca del 10% de todas las emisiones del planeta. Las turberas cubren el 3% de la superficie global, aunque están presentes en más de 170 países. La mayoría de las emisiones por esta causa (2.000 MT/CO2) ocurren en el sudeste asiático, mientras que otras 1.000 MT/CO2 son emitidas en las turberas de otras partes del mundo.
Los suelos de turba son inmensos almacenes de carbono, guardando cerca de 550 gigatoneladas de carbono, una cantidad similar a la que hay en las reservas de carbón de origen fósil y dos veces más que la que retiene toda la biomasa forestal del mundo. Cuando los suelos de turba, normalmente húmedos, entran en contacto con el aire, comienzan a oxidarse y a descomponerse, liberando dióxido de carbono.
Por tanto, la pregunta clave es: ¿por qué se degradan las turberas? La pérdida de turberas se debe al drenaje de campos de turba para agricultura o silvicultura, la extracción de turba para combustible o uso en horticultura, y, en el pero de los casos, a incendios producidos después del drenado.
Es esencial restaurar las turberas degradadas y conservarlas para contribuir a la mitigación del cambio
climático. Ya se han puesto en marcha proyectos piloto en el sudeste asiático, Rusia, Argentina y la región del Himalaya. Con pequeñas inversiones se pueden detener los drenajes y restaurar la cobertura vegetal, algo que tienen un gran impacto en cuanto a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Las turberas son una especie de bancos de carbono. Datos provenientes de satélites, en combinación con investigaciones de campo, sobre la profundidad de drenajes, van a ser utilizados para monitorear las tendencias de emisiones en este tipo de suelos.
Las turberas constituyen el hábitat de muchos organismos especializados y tipos de ecosistemas únicos. También desempeñan un papel clave en la gestión natural de los recursos hídricos, almacenando una proporción significativa del agua dulce global. La degradación de las turberas puede trastornar el suministro de agua y reducir su habilidad de controlar inundaciones, convirtiendo así la restauración de turberas en una estrategia prioritaria para la adaptación al cambio climático.