El cambio climático siempre está relacionado con la desaparición de diferentes especies animales o vegetales y con cambios en las especies no solo desde el punto de vista biológico, sino también de costumbres y zonas de hábitat. Sin embargo, existe otra relación: la de aquellas especies que son de ayuda para hacer frente al cambio climático. Entre ellas se encuentran las gambas de las que se ha descubierto en una investigación este gran potencial hasta ahora desconocido.
El poder de la gamba
Este potencial para ayudar a hacer frente al cambio climático no se encuentra en todas las gambas. En concreto, el último estudio realizado por un equipo de la Investigación Antártica Británica, ha descubierto esta particularidad en la gamba kril antártico o Euphausia superba como se le conoce por su nombre científico.
El resultado de la investigación es bastante sorprendente porque este crustáceo tiene unas dimensiones muy reducidas. Tan solo mide unos centímetros. De hecho, su tamaño es similar al de un camarón. Pero esto no impide que tenga importantes propiedades como las descubiertas en este caso.
Y es que esta gamba está acelerando el transporte de carbono atmosférico a las profundidades oceánicas. ¿Cómo se realiza este proceso? Muy sencillo. Las poblaciones de kril se alimentan de fitoplancton, que son los organismos del plancton que se caracterizan por su capacidad fotosintética.
Así es la acción contra el cambio climático
Para poder alimentarse, las poblaciones de kril se mantienen cerca de la superficie para poder tomar las algas microscópicas que forman este fitoplancton. Una vez se han alimentado, descienden a las profundidades oceánicas, sobre todo, durante la noche y durante varias veces para evitar que sean comidas por los depredadores, ya que estos crustáceos son la fuente de alimentación de focas, ballenas o pingüinos.
De esta manera, estos excrementos se depositan en el fondo de las aguas oceánicas, quedando así ahí abajo grandes cantidades de carbono que son liberadas a través de sus heces.
Esta investigación ha permitido constatar –ya se había realizado en laboratorio pero no en mar abierto-, que con este sistema se libera una cantidad de carbono que equivaldría a las emisiones de gases de efecto invernadero del Reino Unido en un año.
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