Premio a Susan Solomon, la primera en relacionar los CFC con la destrucción de la capa de ozono


Susan Solomon, nacida en Chicago, en 1956, es una química que ha recibido el premio Fronteras del Conocimiento de investigación sobre Cambio Climático de la Fundación BBVA. Susan Solomon estudió las conexiones entre atmósfera, clima y la actividad humana, lo que le ha llevado al ser merecedora del galardón.

Esta científica fue la primera que señaló la relación directa entre los gases clorofluorocarbonados (CFC) con la destrucción de la capa de ozono de la Tierra, especialmente sobre la Antártida.

Es la quinta edición de los galardones. El jurado ha estado encabezado por el presidente del Instituto Max Planck de Meteorología, Bjorn Stevens. Los premios Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA fueron creados en 2008 y cuentan con el respaldo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España.

Susan Solomon es química meteoróloga por la Universidad de Berkeley, California (Estados Unidos). En la actualidad, trabaja para el Instituto Tecnológico de Massachusstes (MIT) y para la Agencia Estadounidense de la Atmósfera y el Océano (NOAA).

Según cuenta, comenzó a interesarse por la ciencia cuando veía la serie El Mundo Submarino de Jacques Cousteau. Ya en la escuela secundaria, obtuvo su primer premio científico en una feria nacional con un proyecto que medía el porcentaje de oxígeno en una mezcla de gas.


Susan Solomon también ha escrito libros divulgativos, como The Coldest March: Scott’s Fatal Antarctic Expedition, en el que cuenta las aventuras de uno los míticos exploradores de la Antártida, el capitán Robert Falcon Scott, y su expedición fallida de 1912.

El Protocolo de Montreal

Fue elegida para dirigir las investigaciones en el Estrecho de McMurdo en la Antártida sobre el agujero en la capa de ozono en 1986 y en 1987.

Otro descubrimiento de Solomon ha sido que los volcanes pueden acelerar las reacciones causadas por los clorofluorocarbonos y aumentar el daño causado a la capa de ozono. Su trabajo formó la base del Protocolo de Montreal de la ONU, el acuerdo internacional para proteger la capa de ozono, un acuerdo que fue un éxito y que debería tomarse como referencia para futuros (y, mejor aún, presentes) acuerdos sobre la lucha contra el cambio climático.

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