Es de lógica aplastante que los datos históricos de la temperatura global del planeta son cruciales para la evaluación científica del cambio climático. Por ello, muchas medidas se adoptan para garantizar que esos registros sean fiables.
Un ejemplo de la importancia de las mediciones exactas de temperatura la encontramos en lo que se conocen como islas de calor urbano. Se trata de un fenómeno que hace que las temperaturas en las ciudades sean más altas que en las zonas rurales. Así, para realizar los registros globales y asegurarse de que las ciudades no alteran el panorama general, se omiten las mediciones en las estaciones meteorológicas de las grandes ciudades o se ajustan en función de las diferencias entre las temperaturas en zonas urbanas y rurales.
Las temperaturas del aire también se someten a comparación con localidades cercanas para averiguar valores erróneos, tendencias falsas o datos dudosos que, luego, son corregidos o eliminados.
Con el agua (mares, océanos, lagos, ríos…) ocurre algo similar. Se tienen en cuenta cuestiones como los cambios que se puedan producir por incluir la instrumentación de medición o la evaporación de agua por los cubos de agua que se tiran por la cubierta de un barco.
Pero la realidad del calentamiento global se muestra por diversas líneas de investigación: la evidencia es clara. Se ha comprobado con diferentes métodos de forma totalmente independiente y los resultados son prácticamente similares. El aumento de las temperaturas superficiales del mar se ha medido con buques y boyas en el propio mar y desde satélites.
Esto en lo que se refiere a la superficie de las aguas. Pero otras mediciones también alertan de un calentamiento en las masas de agua del planeta. Hay un calentamiento generalizado de los lagos.
El calentamiento global produce un aumento de la humedad en el aire, ya que el aire más cálido contiene más vapor de agua. Además, hay que contar con la prueba más visible de todas: el deshielo de los glaciares. El aumento global del nivel del mar es consecuencia, por una parte, de este deshielo y, por otra, de la expansión de los océanos al calentarse.