Carbono negro y ozono


Recientes estudios señalan que las medidas para reducir la emisión del dióxido de carbono y los gases de efecto invernadero, causantes de enfermedades y muerte y de las consecuencias negativas para el medio ambiente, están dando sus frutos y se podrían estar salvando millones de vidas en los próximos años. Así mismo, se retardará el cambio climático.

Hay menos emisiones del llamado carbono negro. Esta sustancia, de un color parecido al hollín, es emitido por cocinas y estufas poco eficientes que aún se utilizan en países en desarrollo, así como por los tubos de escape de los automóviles diésel. Es la mayor causa de la aceleración del cambio climático después del dióxido de carbono. Esta sustancia es causante de, al menos, la muerte de 1,6 millones de personas que fallecen al respirarlo en el humo de las cocinas.

El ozono, tan beneficioso en las altas capas de la atmósfera por la protección ante los rayos ultravioleta del sol que realiza, cerca del suelo es un contaminante que propicia el calentamiento del planeta, daña cultivos y causa enfermedades respiratorias. Se calcula que unas 800.000 personas mueren cada año por su culpa.

Hay que esforzarse, por tanto, mucho más, en combatir estos gases, no sólo por razones de salud, sino también por la protección del medio ambiente. Sobre todo, se reduciría el cambio climático, ya que, al contrario de lo que ocurre con el dióxido de carbono, estas sustancias no permanecen por mucho tiempo en la atmósfera. Sólo hay que impedir que se emitan. Por ejemplo, con tan solo desarrollar cocinas más eficientes, en los últimos veinte años, el estado de California ha reducido a la mitad sus emisiones de carbono negro.

La nueva valoración, publicada por el PNUMA y la Organización Meteorológica Mundial, concluye que éstas y otras medidas podrían retrasar el cambio climático entre treinta y sesenta años, además de salvar 2,4 millones de vidas cada año y evitar la pérdida de 52 millones de toneladas de alimentos.

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