Los cambios de temperatura no son las únicas afecciones sobre los animales. También hay otras alteraciones en los ecosistemas que impactan de forma negativa a las diferentes especies. Es el caso de la contaminación acústica que está creciendo en las ciudades y también en algunas zonas rurales. Su efecto ha sido investigado por las universidades de Anglia Ruskin, en el Reino Unido, y Koç, de Turquía. Y la conclusión es clara: las aves se están volviendo más agresivas.
El estudio
La mayor agresividad de las aves está relacionada con la contaminación acústica y su aumento. Y, en concreto, con el tráfico, que es una de las principales causas de ruido antropogénico.
La investigación constata que la actividad humana y el ruido producido por las personas tiene un efecto enorme en la vida silvestre, lo que afecta incluso en su comportamiento social.
A esta conclusión se ha llegado tras analizar el comportamiento de los petirrojos europeos machos en áreas urbanas y rurales. Además, los investigadores analizaron las agresiones hacia intrusos empleando un modelo 3D de esa especie y grabaciones de cantos. A la vez, se agregaban casos de ruido de tráfico adicional con un altavoz cercano.
Previamente, los científicos sabían que los petirrojos dependen de señales visuales y acústicas para indicar su territorio y mantener alejados a otros individuos, aparte de cambiar su comportamiento cuando se sienten amenazados.
Las consecuencias
Durante las pruebas con los petirrojos urbanos, se observó que el ruido del tráfico simulado no afectó a sus niveles de agresión física. Sin embargo, sí se adaptaron al ruido adicional al reducir su frecuencia de llamadas.
Por el contrario, los petirrojos rurales compensaban esta situación con una mayor agresión física que, por ejemplo, se traduce en una mayor proximidad y de manera más amenazante. Esto se debe a que estas aves en el entorno rural no han aprendido a obviar los aumentos temporales del ruido.
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