Realmente es paradójico que, en unas islas rodeadas de agua, haya una crisis hídrica, pero así es. Seis meses de poquísimas precipitaciones y el aumento del nivel del mar han llevado a las islas Tuvalu y Tokelau, en el Pacífico sur, a una situación en la que dependen por completo del agua embotellada.
Claro que la sequía tiene otras terribles consecuencias: los cultivos se están perdiendo e, incluso, algunas escuelas se han visto olbigadas a cerrar, mientras que funcionarios del Gobierno se bañan en las lagunas, ya que hay una gran escasez de agua dulce y no se puede malgastar dándose una ducha.
En las paradisiacas islas de Tuvalu y Tokelau se ha declarado el estado de emergencia: dependen del agua embotellada para sobrevivir y buscan máquinas de desalinización. Por otra parte, en Samoa están empezando a racionar el agua. Las reservas subterráneas se encuentran contaminadas por agua salada y no son potables. Los científicos culpan al cambio climático de este fenómeno.
Suministrar agua para beber es el menor de los problemas. Es mucho más grave una situación en la que los problemas de salud no se puedan controlar. Los climatólogos explican que la situación es parte de un patrón climático cíclico del Pacífico conocido como La Niña (que también se relaciona con las abundantes lluvias que sufren en algunos países de Sudamérica), pero, en este caso, saber la causa no soluciona nada.
Por si fuera poco, el nivel del mar aumenta y se filtra agua salada a los suministros subterráneos de agua dulce, dejando inútiles algunos pozos de los que, antes, se sacaba agua. No se desperdicia ni una gota. Las tareas domésticas que necesitan agua, como lavar la ropa, se posponen.
La solución podría estar en instalar plantas o máquinas desaladoras. Se espera que lleguen en breve a las islas. El Gobierno de Nueva Zelanda está ayudando, así como organizaciones internacionales como Cruz Roja.