El calentamiento global frenará casi la mitad de las grandes corrientes marinas a finales de siglo

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Los efectos del calentamiento global y el cambio climático se están dejando sentir en el agua. Y no solo por las alternaciones que se observan en la movilidad de las especies animales, que buscan aguas más cálidas o frías en función de su hábitat natural, o de las vegetales con modificaciones, por ejemplo, en los colores de los corales, entre otros. También se han observado otros efectos en las grandes corrientes marinas que el calentamiento global podría paralizar en un 42% hacia finales de este siglo e, incluso, podría llegar a interrumpirlas.

El impacto

La alerta se produce a raíz de la investigación realizada por científicos del sistema terrestre de la Universidad de California en Irvine (UCI). En este estudio se apunta a que el calentamiento del agua del mar producido por el cambio climático antropogénico está causando una ralentización de los patrones de circulación profunda en los océanos Atlántico y Austral.

El informe avisa del impacto que se produciría si este proceso continúa, ya que la capacidad del océano para eliminar dióxido de carbono de la atmósfera se verá gravemente limitada. Y esto agravaría a su vez más el calentamiento global.

Para llegar a estas conclusiones, los científicos analizaron las proyecciones de tres docenas de modelos climáticos. Esto permitió descubrir que la Circulación Meridional de Oscilación del Atlántico y la Circulación Meridional de Oscilación del Sur se ralentizará hasta un 42% de aquí hasta el año 2100. No obstante, las simulaciones también reflejan que este sistema de corrientes podría desaparecer por completo en el año 2300 en el peor de los escenarios.

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Las consecuencias

La interrupción de la circulación oceánica profunda supondría un desastre climático que tendría una magnitud similar a la del deshielo completo de las capas de hielo en tierra. Además, también hay otros posibles impactos. Por ejemplo, en el caso del Atlántico, se aprecia que el agua caliente fluye hacia el norte en la superficie, se enfría y evapora, haciéndose más salada y densa.

Esta agua es más pesada por lo que se hunde en las profundidades oceánicas y se dirige hacia el sur, zona en la que acaba remontando, transportando los nutrientes que conforman la base alimenticia de los ecosistemas marinos.

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