El cambio climático alarga la hibernación de las ardillas y aumenta su mortalidad


Metiditas en sus cuevas subterráneas, las ardillas colombinas (Urocitellus columbianus) del oeste de Canadá pasan largos inviernos esperando que las nieves se derritan y, puntualmente, regrese la primavera con su aliento de vida. En los últimos veinte años, sin embargo, el cambio climático ha alargado los ocho o nueve meses de hibernación, produciéndose un paralelo descenso de población al no disponer de la suficiente grasa corporal para resistir tanto tiempo.

El escenario son las praderas de las imponentes Montañas Rocosas, donde estos pequeños y simpáticos roedores salvajes ven sucederse las estaciones y donde, en los últimos años, han sufrido el retraso del buen tiempo a consecuencia de un durísimo invierno que se resiste en marchar. Concretamente, y aunque parezca poco tiempo, han sido un total de 10 días (a razón de medio día por año) los que las ardillas han tenido que prolongar su hibernación, un tiempo que parece poca cosa, pero que para ellas puede decidir su supervivencia en el contexto de una hibernación tan prolongada.

En esta ocasión, el cambio climático no se presenta en forma de olas de calor o de sequías, sino todo lo contrario. Dentro de los eventos extremos con los que suele dejarse sentir están también las lluvias torrenciales, las olas de frío o, como en este caso, las tomentas de nieve fuera de temporada. Por lo tanto, el estudio aporta un ejemplo más de situación anómala, caótica, provocada por la emisión de gases de efecto invernadero procedentes de los combustibles fósiles. Sin duda, además de una gran faena para ellas, estos inviernos interminables también es todo un reto al que las ardillas han de adaptarse. Ahora, la pregunta que nos hacemos es si podrán o no hacerlo, una cuestión que no ha podido responder este estudio llevado a cabo por la Universidad de Edimburgo.

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