Las anormalidades propias del cambio climático, es decir, tanto las precipitaciones como las sequías interminables, influyeron en el devenir del pueblo maya. En concreto, un nuevo estudio concluye que estos eventos extremos contribuyeron al declive de esta civilización, que alcanzó su apogeo entre el año 300 y 1000 de nuestra era.
De acuerdo con los estudios de un equipo de arqueólogos, existe una relación directa entre los niveles de precipitación y las épocas de bonanza y crisis social de los mayas, según publica la revista Science en su edición de hoy.
Los arqueólogos reunieron datos sobre el clima en la región donde se asentaron los mayas, consiguiendo probar que los sistemas políticos alcanzaron sus mejores y peores momentos de forma paralela a un aumento de precipitaciones que aumentó la disponibilidad de alimentos y a una posterior sequía que fue devastadora, respectivamente.
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En concreto, el período provechoso se dio entre los años 450 y 660, al que le siguió una dinámica contraria de sequía generalizada que se prolongó de forma periódica durante nada más y nada menos que cuatro siglos.
El estudio halló que la mayor sequía se produjo entre los años 1020 y 1100, coincidiendo con la caída de los principales centros mayas. Al mismo tiempo, se produjo una importante disminución de la población que marcaría el principio del fin de la civilización.
Evidentemente, había otros factores además del cambio climático, pero si bien son de índole social, éstos no pueden separarse de las condiciones climáticas, al menos no del todo, apuntan los científicos. Por ejemplo, la expansión poblacional y la complejidad social de este pueblo generaron una situación propicia para que la fragmentación institucional y la tensión social alcanzaran un punto de no retorno que acabó con su hegemonía y propició la posterior desaparición de la civilización.