Por muchas cumbres internacionales que se celebren (aunque se llegara a acuerdos, habría que añadir), por mucho que ciudadanos y Gobiernos traten de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, si se sigue usando el carbón como fuente de energía la lucha contra el cambio climático está perdida. Las nuevas instalaciones de energía solar, marina, eólica, la biomasa, etcétera, no pueden compensar el uso que se hace actualmente del carbón en el mundo.
No se trata de señalar, pero los países en vías de desarrollo y los emergentes, deberían plantearse esta situación. Por supuesto, ayudados por los países ricos. Pero no se puede esperar más. Hay que desterrar el carbón de una vez por todas. Es el enemigo número uno de la lucha contra el cambio climático. En primer lugar, porque es la materia prima que produce más dióxido de carbono (CO2) por unidad de energía producida o, en otras palabras, la fuente primaria de energía que más contribuye la cambio climático. Pero, además, es el principal responsable de la contaminación y los niveles de mercurio en la atmósfera. Por el cambio y por el medio ambiente en general, hay que dejar de usar carbón.
En la mayor parte del mundo, el uso de carbón disminuye. Sin embargo, esto se ve superado por el aumento de la demanda que se produce en Asia y, especialmente, en China. Por tanto, China tiene que ser parte de cualquier medida que se adopte frente al calentamiento global y, probablemente, tendrá que acometer los cambios más drásticos ya que la mayoría de la energía que consume proviene del carbón. De hecho, lo está haciendo, pero ¿al ritmo necesario?
La demanda global del carbón se ha doblado desde 1980, principalmente por el incremento del consumo en Asia, donde la demanda es superior al 400% en el período 1989-2010. A su vez, la demanda asiática está dominada por China, cuyo consumo se ha multiplicado por cinco en el mismo período. La demanda supone el 73% del total de Asia y casi la mitad del consumo mundial durante el año 2010.