Todos hemos sentido alguna vez cómo, al perturbarse nuestros biorritmos, sufrimos efectos negativos como falta de apetito, insomnio, cansancio general. Los seres humanos hemos adaptado nuestros horarios a las comidas, a las estaciones y, en general, a la vida cotidiana, con unos horarios de trabajo y ocio muy marcados.
Las plantas y animales no son muy diferentes y también tienen su propios biorritmos, sólo que, en general, son de una frecuencia mucho mayor. Pero, como ocurre en los humanos, si son trastornados, pueden afectar a su vida. Más aún, el propio planeta casi podría considerarse, en muchos aspectos, como un gran, enorme ser vivo que tiene sus ciclos de vida y que, al cambiarlos, se altera su estado. Eso es lo que está haciendo el cambio climático: alterar los ciclos de vida de muchos animales que sufren los efectos dañinos en una reacción en cadena. Lo que afecta a una oruga puede llegar a afectar a todo el planeta. El efecto mariposa.
Muchas aves dependen de las orugas para alimentarse. En concreto, un ave conocida como papamoscas cerrojillo, que cría en gran parte de Europa y el oeste de Asia y emigra en invierno al continente africano, depende de la eclosión de los huevos de las orugas para alimentar a sus crías.
En la década de los ochenta, entre mediados de abril y mayo, esta especie de papamoscas (de nombre científico Ficedula hypoleuca) llegaba al norte de Europa para reproducirse. A comienzos de junio, la mayor parte de los polluelos esperan en los nidos a que sus padres lleguen con alimento. Éste era relativamente fácil de conseguir, ya que era precisamente por esas fechas cuando se producía también la mayor salida de orugas de sus huevos. Así, los polluelos siempre tenían algo que llevarse al pico: las orugas se convertían en una constante provisión de alimento.
Sin embargo, ya entrados en el siglo XXI, el aumento de la temperatura global del planeta ha ocasionado que las orugas salgan de sus huevos unos quince días antes de lo que lo hacían antes, con lo que la provisión de orugas para la gran explosión demográfica de estos papamoscas cada año, a principio de junio, es mucho menor. Una vez más, en la vida natural, las matemáticas no fallan: menos alimento y más polluelos. Debido a esta descompensación, muchos de estos pollos no pueden ser alimentados suficientemente y mueren. La población de papamoscas cerrojillo, a causa de este efecto del cambio climático, en tan sólo dos décadas, ha disminuido en un 90%.