Si las consecuencias del cambio climático se concretan en la desestabilización del clima y, con ello, la aparición de los eventos extremos, éstos a su vez tienen otras distintas, muchas de ellas relacionadas con la salud. Sus efectos, además, pueden producirse de forma masiva, e incluso dar lugar a epidemias.
Además de la archisabida propagación de enfermedades propias de países templados, como la malaria, transmitida por un mosquito, los efectos insalubres asociados a las olas de calor están centrando la atención de la ciencia.
Falta de agua y estrés
Las patologías relacionadas con los riñones serían el principal problema, apunta un nuevo estudio publicado en Clinical Journal of the American Society of Nephrology.
En concreto, la nefropatía podría tener todas las papeletas para convertirse en la primera gran epidemia relacionada con el cambio climático. Un transtorno que se produciría por estrés térmico en un futuro próximo, siempre que sigamos contaminando al mismo ritmo que actualmente.
Al dispararse el riesgo de sufrir deshidratación y estrés por calor, concluye el trabajo, se desencadenarían distintos problemas de salud relacionados con soportar temperaturas extremas durante largos periodos.
A su vez, ello conllevará sequías que derivarán en una importante carestía de recurso tan básico como es el agua. No en vano, se espera una disminución de la calidad del agua, asociada a un patrón climático más seco.
El estudio señala que la enfermedad renal crónica relacionada con factores no tradicionales está aumentando entre las poblaciones rurales que viven en zonas cálidas. En especial, se observa un impacto mayor en los trabajadores del campo y otros sectores vulnerables.
Teniendo en cuenta que ya existe este problema debería hacerse un seguimiento de las variables que lo provocan para poder ayudar a combatirlo. De lo contrario, se tema un escalada progresiva que dispare los casos hasta convertirse en una epidemia global.