El aumento del nivel del mar que conlleva el cambio climático pone en jaque playas de todo el mundo en mayor o menor medida, incluidas ésas que tanto gustan al ser humano. Pero, en contra de lo que pudiera pensarse, no sólo el calentamiento global las amenaza, sino que también lo hace su urbanización misma.
En realidad, ambas amenazas van unidas, tal y como advierte un estudio de la Universidad de Estudios Ambientales de Colerine, en Reino Unido, según el cuál la tan sólo una subida del nivel del mar de unos pocos metros se las tragaría.
Lo haría, en primer lugar, por la misma lógica del avance del agua y el retroceso de la costa, su erosión, etc., pero no sólo eso, porque también influiría el urbanismo al que se las ha sometido, y que resulta especialmente acusado en estas playas más emblemáticas.
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De este modo, siempre según el citado estudio, las playas no son ecosistemas vivos, con capacidad de reaccionar del modo que sea, pero de forma natural, a los cambios, aunque fuera con ayuda humana. Y es por ello, precisamente, por lo que se teme por su futuro cuando los embates del cambio climático empiecen a dejarse sentir con más fuerza.
Es así cómo irían desapareciendo las playas más conocidas, como las de la Costa azul en Francia, o Virginia Beach, en Estados Unidos, pongamos por caso. Encorsetadas por la urbanización que las recorre de cabo a rabo, no podrían adaptarse de modo alguno a los cambios del nivel del agua, no podrían moverse si fuera necesario.
Un anterior estudio de la misma facultad demostró que la Costa Dorada de Australia podría moverse hacia el interior en caso de que se inundaran las costas como consecuencia del cambio climático si se realizada una buena planificación urbanística.