Que una central geotérmica suponga una reducción de emisiones importante con respecto a otras centrales, como las de carbón, no significa que no contaminen. Salvo excepciones, como ocurre con el insólito caso de una central geotérmica islandesa, cuyas emisiones son negativas.
Si sumamos este invento al hecho de que la energía geotérmica es una de las mejores alternativas a la hora de reducir emisiones de gases de efecto invernadero, podemos afirmar que quizá estemos ante una propuesta ganadora de cara al futuro.
Emisiones negativas de CO2
Luchar contra el cambio climático, en efecto, exige fuentes de energía ecológicas al máximo, buscando esa vuelta de tuerca que permita ir más allá de lo esperado. En este caso, la tecnología ha hecho una gran diferencia mediante soluciones de geoingeniería que permiten la captura y almacenamiento subterráneo de CO2. Concretamente, se ha aplicado en la central geotérmica de Hellisheiði, logrando generar “emisiones negativas”.
Es decir, se captura más CO2 del que se genera, con lo que la huella de carbono es negativa gracias a una tecnología desarrollada por Carbon Engineering con el nombre de “captura directa de aire”.
La tecnología busca “hacer que las máquinas funcionen como un árbol”, explican sus creadores. Básicamente, se trata de un sistema de ventiladores que filtra el CO2 mediante la absorción del aire para, a continuación, inyectarlo en agua almacenada posteriormente bajo el suelo, filtrándola en las rocas.
Muy ingenioso, qué duda cabe, si bien cabría preguntarse si la liberación de ese CO2 sería posible. Sobre todo, a medio y largo plazo, teniendo en cuenta que las ventajas podrían hacer que se popularizara, con lo que el problema de la hipotética liberación sería preocupante.
Aunque para eso aún queda lo suyo, puesto que el coste de esta tecnología, hoy por hoy, es prohibitiva. Quizá las cosas cambien pronto, sin embargo, ya que no deja de desarrollarse con el fin de mejorarla también en este aspecto clave.