La lucha contra el cambio climático está ganando batallas clave. Si en diciembre de 2015 el acuerdo internacional de París (COP21) supuso un hito, así como su posterior ratificación ahora se llega a un otro no menos importante, en el que casi dos centenares de países acuerdan eliminar de forma progresiva los gases HFC.
Son menos conocidos que el CO2, pero su uso, sobre todo como refrigerantes, está contribuyendo al avance del cambio climático. Además, lo hace de forma alarmante, puesto que sus emisiones aumentan a un ritmo endiablado, concretamente a un 10 por ciento.
Un potente gas de efecto invernadero
Se da la circunstancia, por otra parte, de que estos gases, denominados hidrofluorocarbonos (HFC) se empezaron a utilizar de forma masiva como alternativa a los gases que estaban mermando la capa de ozono.
En concreto, a los CFC y los HCFC, formando parte de la tercera generación de gases refrigerantes. Pero tienen una gran pega: son un potente gas invernadero, por lo que ayudan a restituir la capa de ozono pero disparan el avance del cambio climático.
Si los gases HFC se usaron como sustitución de éstos, ahora debe encontrarse a su vez una efectiva alternativa de ellos, buscando que no contaminen y resulten factibles a nivel industrial. Sobre todo, que no dañen la capa de ozono ni contribuyan al calentamiento global.
Entre otras posibilidades, se baraja el uso del amoniaco o el dióxido de carbono. Si bien no son soluciones perfectas, sí podrían hacer una importante diferencia. La necesaria para que el cambio sea positivo.
El acuerdo se alcanzó este fin de semana en Ruanda y establecerá una enmienda al Protocolo de Montreal de 1987. Un total de 197 países, prácticamente todos los del mundo se comprometieron a recortar su uso a distintos ritmos.
Lo harán en distintas fases, en función del calendario establecido, hasta alcanzar un recorte que alcance entre un 80 y un 85 por ciento a mediados de siglo. Ahora, por lo tanto, solo queda esperar su cumplimiento, un asunto nada baladí.