Ya conocíamos el agujero de ozono de la Antártida (y que, afortunadamente, ha estado disminuyendo durante años gracias a las medidas tomadas internacionalmente), pero ahora se ha descubierto otro similar en el Ártico. Según los científicos, el 80% del ozono situado a unos 20 kilómetros por encima del suelo se ha perdido.
¿Por qué se produce esto de pronto? Los expertos dicen que ha sido consecuencia de las bajas temperaturas en los estratos más altos de la atmósfera, que duraron más tiempo de lo normal. El frío provoca que los químicos que destruyen el ozono se vuelvan más activos. Todo ello se refleja en una investigación publicada en la revista Nature.
Aún no se sabe si estas pérdidas de ozono se producirán más adelante. En abril se tenían los primeros datos, que no auguraban nada bueno, pero ha sido ahora cuando se han analizado cuidadosamente.
Una cifra equivalente a esta destrucción del ozono se produjo en la región Antártica a mediados de los años ochenta. Fue entonces cuando todos los países acordaron reducir los gases clorofluorocarbonos (CFC) y consiguieron detener la destrucción de esta capa protectora.
Durante el mes de abril, durante unos quince días, el centro del nuevo agujero situado en el Ártico se movió hacia regiones más pobladas de Rusia, de Mongolia y hasta de Europa del Este. Después, el vórtex del agujero se disipó.
Mientras, el agujero de la capa de ozono en la Antártida también ha aumentado este año, con lo que se ha roto la tendencia a disminuir de los cuatro años anteriores.
Los inviernos en la estratosfera ártica son muy variables, según explica Michelle Santee del Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA, pero en las últimas décadas, los inviernos han sido cada vez más fríos. Parece que esta tendencia va a continuar y, en los próximos años, vendrán inviernos en los que las temperaturas bajarán aún más. Si ocurre tal como se prevé y los niveles de cloro se encuentran altos, seguirá perdiéndose ozono y el agujero aumentará de tamaño.
El ser humano ya no usa los clorofluorocarbonos (CFC), así que parece que la culpa es del cloro. Pero hacen falta estudios que den una respuesta clara al fenómeno, una respuesta que quizá tarde años en producirse. Mientras, cada vez pasarán más rayos ultravioletas del sol, causando cáncer de piel, cataratas y otras enfermedades.