El volcán de Fuego, en Guatemala, ha comenzado a arrojar lava y ceniza, lo que ha obligado a las autoridades a ordenar la evacuación de unas 11.000 personas de localidades cercanas, así como a suspender algunos vuelos comerciales.
El volcán, situado a unos 40 kilómetros hacia el suroeste de la capital, lanzó una columna de lava de 30 metros de largo por unos 20 o 30 metros de ancho desde el cráter, según aseguró Sergio Cabañas, director de respuestas a emergencias de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred). Después, la actividad del volcán «ha bajado bastante y no esperamos más evacuados», añadió.
Durante el día en que se ordenó la evacuación, los cuerpos de protección civil aseguraron que la cifra de personas evacuadas podría llegar hasta los 30.000. En todo caso, se espera que el volcán vuelva a su actividad normal y que las familias puedan volver a sus casas.
El volcán, cuya actividad aumentó el fin de semana, arrojó cenizas en pueblos cercanos como Santiago Atitlán, San Lucas Tolimán y Santa Lucía Cotzumalguapa, siempre según datos del Conred. El volcán de Fuego mantiene un flujo de lava de entre 100 y 150 metros, generando constantes avalanchas débiles y moderadas en dirección a las barrancas, aclaró en un comunicado el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología.
El presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, dijo que el volcán podría generar problemas en la capital, como ya sucedió en el pasado con los cuatro volcanes activos que hay en el país. Según los expertos, es la erupción más fuerte que se registra en el volcán, a 3.760 metros de altitud, desde 1999.
Teresa Marroquín, coordinadora de desastres de la Cruz Roja de Guatemala, dijo que la organización había establecido diez refugios de emergencia y estaba enviando kits de higiene y agua. Hay problemas respiratorios y en los ojos. Muchos de los que viven alrededor del volcán son kakchikeles, indígenas que viven en comunidades relativamente pobres y aislados.