El oso polar se está convirtiendo en una especie de espejo donde se ven reflejados los efectos que puede causar el cambio climático. Esto tiene una explicación: es fácil ver cómo se reduce su hábitat, es decir, la superficie helada donde habita, y es fácil imaginarse que ese hielo desaparece y que el oso polar se extingue definitivamente. No es el único animal en peligro de extinción, ni mucho menos. Ni siquiera es el que está más cerca de esa situación. Sin embargo, es un animal universalmente conocido y que, por ello, se ha convertido en paradigmático.
En los últimos años, se han publicado varias noticias que no invitan precisamente al optimismo sobre el futuro de esta especie. Especialmente relevante fue una aparecida en 2007, cuando los científicos informaron de que, si el calentamiento global no se detenía, la población de osos polares iba a disminuir en dos tercios para el año 2050. La buena noticia es que este cambio es reversible. Y los científicos lo han cuantificado. Eso sí, no se puede perder ni un segundo en lograr una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Como decimos, la cuestión es muy simple: los osos polares necesitan hielo para sobrevivir. Pasan el verano en el hielo cazando, sobre todo, focas, pero también otras presas. El hielo del Ártico ha disminuido en las últimas décadas y algunas poblaciones de osos polares también. Dos más dos son cuatro.
El año 2007 se produjo lo que algunos expertos llamaron el «punto de inflexión», una reducción masiva en el hielo marino que hizo pensar a los científicos que el hielo de este océano había comenzado a derretirse más rápidamente. Esta disminución de hielo permitía que el calor del sol llegara a más cantidad de agua, que absorbería el calor y derretiría el hielo a un ritmo aún más rápido. La pescadilla que se muerde la cola. Los más alarmistas medios de comunicación predijeron la desaparición de la especie. Sin embargo, la cantidad de hielo marino del verano se recuperó al año siguiente.
Un grupo de científicos se preguntan ahora si puede producirse ese «punto de inflexión» y cuál sería el impacto de la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero sobre el hielo del océano Ártico. Para ello, en el Centro Nacional de Investigación Atmosférica en Boulder, Colorado, se han desarrollado cinco supuestos escenarios de cambio climático, desde el más negativo hasta el más optimista.
La primera conclusión es que los investigadores no encontraron evidencia de un punto de inflexión que llevara a la pérdida repentina del hielo marino, sino que el hielo marino se reduciría a un ritmo constante dependiendo de la temperatura global anual media. Esta conclusión es una buenísima noticia para el oso polar: sin un punto de inflexión, es mucho más fácil que sobreviva, ya que una rápida pérdida de hielo del océano sería catastrófico para la especie.
Pero eso no significa que la especie esté completamente a salvo de los efectos del cambio climático. Según la cantidad de gases de efecto invernadero que se logre reducir en los próximos años, el oso polar tendrá mayores o menores posibilidades de sobrevivir. En un escenario en el que la situación siga como ahora, desaparecerán entre un 50 y un 80% de los oso a mediados de siglo. En cambio, si las emisiones se reducen, la probabilidad de extinción también: en dos regiones la población de oso polar se mantendría, mientras que en otras dos zonas contempladas en el estudio podría reducirse su población entre un 25 y un 50%. En definitiva, cuanto menos se reduzca la temperatura global del planeta, más probabilidades tendrá el oso polar de sobrevivir. De hecho, si se consigue evitar por completo la caza de esta especie y la influencia de las extracciones de petróleo y gas, algunas poblaciones de osos polares pueden aumentar en el norte de Canadá y Groenlandia.