Las lluvias torrenciales que afectan a Centroamérica están dando como resultado más de noventa personas fallecidas, mientras que miles se han quedado sin hogar. También se han producido daños materiales en viviendas e infraestructuras. Pero, más allá del desastre actual e inmediato, las crisis climáticas en toda la región cada vez serán peores.
Estos desastres naturales en países con pocos recursos deja a cientos de miles de personas sin sus medios de vida y, en el peor de los casos, sin ni siquiera posibilidades de subsistencia. Les lleva, en fin, a la pobreza extrema. Guatemala y El Salvador son los países que más sufren estos embates climatológicos. Ambos países han informado de enormes daños. En Honduras y Nicaragua se mantiene el nivel de alerta por lluvias torrenciales y la subida de los niveles de los ríos y lagos. En algunas zona se ha comenzado a evacuar a la población.
Las últimas cifras arrojan 32 personas muertas en Guatemala, 7 desaparecidas y 12 heridas, además de 47.000 personas afectadas, 11.000 evacuadas y 7.000 que han tenido que pedir refugio en albergues. Hay más de 8.000 viviendas dañadas por sismos y lluvias, y 3.415 viviendas en situación de riesgo por inundaciones, derrumbes o deslizamientos de tierra.
En El Salvador han muerto 32 personas, la mayoría por derrubios cercanos a los ríos, así como dos desaparecidas y 25 heridas. Hay 34.834 personas evacuadas, 24.162 están refugiados en 267 albergues y, el resto, en casas de amigos o familiares.
Hay cortes de carreteras y accesos a comunidades, se han producido y se producirán pérdidas económicas que las lluvias fuera de temporada, daños en plantaciones, pérdidas de ganado y aves de corral, algo terrible para cientos de personas que son campesinos. Además, la población afectada, dedicada a trabajos agrícolas y pesqueros, no puede trabajar hasta que acaben las lluvias. El agua de los pozos se contamina y proliferan los mosquitos que transmiten enfermedades.
Fuentes oficiales atribuyen este fenómeno al calentamiento global originado por el efecto invernadero. A ello hay que sumar la escasa inversión en prevención de riesgos y la fuerte deforestación. El cambio climático y la falta de adaptación propician un desastre seguro.