Hace diez años que el Gobierno británico avisó a las autoridades locales que el cambio climático no era ninguna broma y que era necesario tomar medidas al respecto ante ese grave problema. Pero parece que las advertencias no surtieron efecto. Tal vez pensaron que el asunto no era de su incumbencia o que, desde el ámbito local, poco padían hacer. Aún no estaba en la mente de todos el lema: piensa en global, actúa en local.
El Gobierno británico instruyó, pues, hace diez años a todas las autoridades locales de Inglaterra. Se trataba de alertar a los concejales de futuras inundaciones repentinas a causa de las crecidas de los ríos, del mar o de precipitaciones tormentosas para que se tuvieran en cuenta a la hora de tomar decisiones y planificar las políticas. Las inundaciones poco tardaron en llegar al Reino Unido. Pero, ni por ésas.
Tras dejar pasar una década entera se ha comprobado si las autoridades locales han hecho caso a las advertencias y el resultado es negativo. Ocho de los nueve ayuntamientos que se encontraban en peligro por inundaciones de ríos o costeras se han expandido en áreas de riesgo, mientras que en cuatro la tasa de construcción en las zonas vulnerables fue más rápida que en otras zonas del mismo municipio.
Tres cuartas partes de los comités locales de planificación urbanística, permiten el desarrollo en la costa, donde más peligro existe. Por otra parte, en las zonas urbanas cinco de las seis autoridades locales han tapado con hormigón espacios verdes, con lo que será más fácil aún que se produzcan inundaciones, además de aumentar del efecto acumulativo de calor urbano.
El Subcomité de Adaptación Climática del Reino Unido ha dado un buen tirón de orejas a las autoridades locales. Sólo queda que éstas, de una vez, reciban el mensaje. De momento, han sido diez años perdidos. Sólo se puede rescatar un punto positivo: que las fuentes de electricidad están siendo ubicadas por encima del nivel de inundación previsto. Algo es algo.