La Universidad de Michigan, en Estados Unidos, ha elaborado una nueva investigación, financiada por la NASA y publicada en la revista PNAS, en la que se señala que los pronósticos sobre cómo afectan los aerosoles al clima del planeta, calculado con la ayuda de los satélites, subestiman en gran medida su impacto.
Los gases conocidos como aerosoles, en lo que están incluidos el hollín (pequeñas partículas sólidas de carbono que provienen de la combustión de la madera, el carbón, etc.) y el dióxido de azufre (también procedente de la quema de combustibles fósiles), se encuentran en el núcleo de las llamadas «gotas de nube», partículas de agua suspendidas en el aire que se condensan para formar la lluvia.
El aumento en el número de estas partículas de aerosoles causa, a su vez, un aumento en el número de gotas de nube, lo que produce nubes más brillantes que reflejan más luz y tienen un efecto mayor en el enfriamiento del planeta.
En cuanto al efecto refrigerante que se descubrió, los científicos aún no se han puesto de acuerdo, pero hay diferentes escenarios que prevén un aumento de la temperatura global media en la superficie del planeta durante el próximo siglo entre menos de 2 y más de 3º C, suficiente para provocar efectos que consideran catastróficos.
El estudio ha puesto en duda los datos recabados a través de los satélites y ahora se argumenta que estos modelos sobrestiman cuánto se calentará el planeta. Los cálculos de los satélites tiran a la baja, ha afirmado Joyce Penner, profesora de Ciencia Atmosférica. Penner y sus colegas identificaron fallos en las técnicas que usan los cálculos de satélites para encontrar la diferencia entre las concentraciones actuales de gotas de nube y las que se produjeron antes de la revolución industrial. A partir de ahora se crearán modelos más ajustados a la realidad en las previsiones científicas de las consecuencias del cambio climático.