Por suerte para el equilibrio ambiental del planeta y, lógicamente, para la especie humana, el nivel de absorción de los sumideros marinos y de las masas forestales es mayor actualmente, concluye un estudio estadounidense publicado esta semana en la revista Nature y firmado por científicos de la Universidad de Colorado en Boulder.
Como es sabido, los océanos y los vegetales, sobre todo los bosques, son de gran ayuda en la lucha contra el cambio climático debido a su poder de absorción de dióxido de carbono, el principal componente de los gases de efecto invernadero que emitimos con actividades industriales y demás polución humana. Así, según la investigación, éste habría ido aumentando en las últimas décadas hasta absorber la mitad de las emisiones de dióxido de carbono.
En concreto, el trabajo sostiene que mientras las emisiones de CO2 se han cuadruplicado, los sumideros naturales de carbono han doblado su absorción en el último medio siglo. Ello supone, como puede deducirse fácilmente, que la naturaleza está protegiéndonos del terrible impacto que estas emisiones supondrían para el cambio climático, si bien se desconoce hasta cuándo durará la tendencia.
El motivo de este aumento podría haberlo provocado el mismo incremento de CO2 emitido, pues la absorción de éste por los sumideros naturales se asocia a la presión del dióxido de carbono en la atmósfera. «Por lo tanto, resulta lógico, hasta cierta medida, que el aumento de emisiones de CO2 provoque un aumento de la absorción por ese sumidero», explica Ashley Ballantyne, líder de la investigación.
Una ayuda no tan beneficiosa
Pero no todo son buenas noticias, porque si por un lado las emisiones no cesan de crecer, la absorción en realidad no es tan beneficiosa como pudiera parecer, y las razones son muchas. Por ejemplo, el CO2 acidifica las aguas, ocasionando desequilibrios ambientales y amenazando ecosistemas valiosos como los arrecifes de coral. Otro de los problemas radica en que la absorción vegetal vuelve a la atmósfera en unos pocos años, algo que no ocurre con las emisiones que guarda el fondo marino, donde pueden permanecer durante cientos o miles de años. Lo peor de todo, sin embargo, es que los científicos esperan que la naturaleza dejará de ayudarnos a corto o medio plazo, al menos de forma tan generosa.