No hay bosques para tanto CO2


El cambio climático prosigue. Los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes. ¿Hasta dónde llegaremos? ¿Tendrá algún fin, algún límite este fenómeno global? De un año a otro los cambios de tiempo tal vez no parezcan muy acusados, pero ¿cómo será el tiempo dentro de cinco años, de diez años, de veinte, de medio siglo? Los expertos del Club de Roma han publicado un informe que señala que el cambio climático, sumado a la sobrepoblación del planeta, será el gran problema para la humanidad. Más que ahora.

La segunda mitad del siglo XXI (dentro de 40 años, no estamos tan lejos) ocurrirán sequías más pronunciadas, inundaciones más frecuentes y, en general, condiciones meteorológicas más extremas y difíciles de predecir que las actuales. La actividad humana causante del calentamiento global continúa, así que es lógico que el cambio climático, no sólo también continúe produciéndose, sino que, además, se acelere.

Ni los países industrializados ni, aún menos, los que se encuentran en vías de desarrollo y quieren aprovechar la buena marcha de la economía, van a sacrificar su modo de vida o, mejor dicho, su sistema económico, para detener el calentamiento global o el deterioro del medio ambiente.

El Club de Roma ha presentado su informe «2052: pronóstico global para los próximos cuarenta años». Este grupo de expertos en Economía, Sociología, Física, Medio Ambiente y otras ciencias, ya avisaron en 1972 que el crecimiento económico tiene un límite.

Hace cuarenta años advirtieron que, si no se ralentizaban los procesos de industrialización, la contaminación ambiental, el crecimiento demográfico, la producción de alimentos y la explotación de las materias primas, la capacidad de crecimiento en el planeta se agotaría por completo en el siglo XXI. En este nuevo informe presentado ahora, su autor principal, el economista Jorgen Randers, anuncia que quizá ya sea demasiado tarde para solucionarlo. Avisaron hace casi medio siglo. Pero nadie hizo caso.

Antes del año 2052, comenzarán a producirse los primeros grandes colapsos en algunos puntos del planeta, ha dicho Randers. Cada año se generan dos veces más emisiones contaminantes que las que los bosques y los mares pueden absorber. No es ciencia ficción. Es lo que ocurre en la realidad. El nivel del mar subirá medio metro y el hielo del Ártico se derretirá en verano.

En 2030, las emisiones de gases contaminantes habrán alcanzado su punto más alto y será muy tarde para evitar que la temperatura global supere el límite de ese aumento de 2 ºC, lo «aceptable» para que este planeta pueda seguir existiendo tal y como lo conocemos ahora. Randers tiene claro el culpable: un sistema económico que se empeña en crecer constantemente y sin límite.

Según el informe, en 2052 el Producto Interno Bruto (PIB) global sólo será un 2,2% mayor que el actual, ya que tanto los índices demográficos como los de productividad tenderán a bajar. La población mundial alcanzará las 8.100 millones de personas hacia 2040 y, a partir de ahí, comenzará a decrecer. También prevé que, en 2052, habrá menos pobreza y desigualdades socioeconómicas en los países en vías de industrialización y más en los ya industrializados.

Injusticia: los jóvenes pagarán lo de generaciones anteriores

El Club de Roma señala otro gran error de concepto: el Producto Interno Bruto sólo se mide desde un punto de vista económico, pero no se valora la importancia del agua, la fertilidad de los suelos o la estabilidad del clima. Así, abogan por un cambio de paradigma: no importa lo que se gane en términos monetarios, no importa lo que crezca una economía. Lo importante para calcular el valor de un país (o región, pueblo, o empresa, etc.) debería ser cómo preserva sus recursos naturales.

Por otra parte, los más jóvenes tendrán que pagar la irresponsabilidad ambiental de las generaciones que los precedieron. Y esto puede puede llevar a una revolución social tan importante como la que se produjo al final de la Edad Media, cuando el sistema feudal se comenzó a cuestionar. Esta revolución consistirá en la transformación de la cultura del consumo para lograr una economía sostenible.

Sin embargo, habrá que superar un gran obstáculo: la lentitud con que las democracias actuales toman las decisiones. La ecología tiene que esta presente en la política y en la economía.

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