Si los gobiernos se toman el cambio climático en serio es porque les va a suponer un coste. Las consecuencias del cambio climático producirán catástrofes que costarán mucho dinero a las arcas de los estados. En este sentido, según un nuevo estudio publicado en la revista Journal of Environmental Studies and Sciences, los cálculos que se han realizado sobre los impactos económicos del cambio climático se han quedado cortos.
El coste del cambio climático se ha subestimado entre unas 2,6 y 12 veces. El Gobierno de Estados Unidos tiene en cuenta la contaminación de carbono a un coste de 21 dólares por tonelada de dióxido de carbono. Pero la realidad es que costará entre 55 y 266 dólares.
El clima extremo va a obstaculizar la productividad económica. Las tasas de crecimiento económico disminuirán. En el peor de los escenarios, incluso impedirá el crecimiento económico. La gente será más pobre.
Los inversores privados no tienen en cuenta las consecuencias de la contaminación producida por la producción, como la depreciación del capital natural (la pérdida de hábitats naturales para el desarrollo) y los daños en salud pública y otros impactos sociales negativos que influirán en la producción económica, como la desigualdad. Sobrestimar el crecimiento tiene impacto en el bienestar social.
Existe una contradicción muy grande en la percepción que tienen las grandes empresas y los inversores: muchos de ellos se benefician del CO2 que se emite en la actualidad, pero no son las mismas personas que se verán perjudicados por esta contaminación en el futuro.
Pero aún es peor. Incluso si se consigue crecer bajo un clima cambiante y, en ocasiones, extremo, es poco probable que las personas más perjudicadas por el cambio climático sean los que se beneficien de ese crecimiento.
En definitiva, el dinero no lo es todo. Pero sólo se tienen en cuenta los daños financieros. No se tiene en cuenta el dolor y el sufrimiento que acompaña a la destrucción del clima o el valor intrínseco que tiene la naturaleza. Dañarla equivale a dañar la economía.