En las zonas polares, los tapetes microbianos constituyen la mayor biomasa no marina y acumulan la mayor biodiversidad de ambas regiones. Se han llevado a cabo experimentos basados en muestras obtenidas en la isla Livingston de la Antártida y en distintas zonas del Ártico que han determinado que el cambio climático puede producir alteraciones importantes en estos tapetes biológicos formados por múltiples capas de microorganismos.
Como parte de los experimentos, los autores del estudio mantuvieron las muestras en laboratorio a diferentes temperaturas durante varios meses. Las temperaturas oscilaron entre las que hoy se encuentran en los polos y las que pronostican los modelos de cambio climático para las siguientes décadas. En otras palabras, se aceleró de forma controlada y a pequeña escala, el efecto del calentamiento global sobre las regiones polares.
Los resultados obtenidos indicaron un cambio en las relaciones entre las especies que componen dichos tapetes microbianos. Se producirá un aumento de la diversidad de cianobacterias, que son los microorganismos más abundantes en las regiones polares, y, también, un cambio en la dominancia de las especies, de lo que resultará que algunas especies dominantes a bajas temperaturas desaparecerán a las temperaturas pronosticadas. Cuanto más altas son las temperaturas, más disminuye la diversidad y los tapetes tienden a desestabilizarse y a desaparecer.
Dichas variaciones en las especies tendrían importantes repercusiones sobre el resto de los organismos (como ocurre, por otra parte, en cualquier ecosistema), en especial, en virus, bacterias, protozoos, hongos, gusanos nematodos y tardígrados. Todos ellos se alimentan de estas cianobacterias.
Además, se espera que, a causa del aumento de las temperaturas, las cianobacterias comenzarán a producir toxinas, en particular una llamadas microcistinas, que pueden tener una gran influencia en el resto de los organismos del tapete, según ha señalado el doctor Antonio Quesada de la Universidad Autónoma de Madrid y participante en el estudio.
Las microcistinas son producidas por cianobacterias de ecosistemas acuáticos y son bien conocidas por los científicos en regiones templadas, pero, en los ecosistemas polares, no abundan. En realidad, el estudio ha sido el primero en describirlas en el Ártico.
Sus efectos pueden ser letales sobre ciertos organismos. Por tanto, las consecuencias del cambio climático sobre las comunidades más importantes y diversas de las zonas polares fuera de los océanos podrían llegar a ser cruciales para el mantenimiento de los ecosistemas polares tal y como hoy los conocemos.