Se emite metano desde la Época Antigua


Sin duda, los que ahora habitamos este planeta y nuestros más cercanos antepasados, hemos sido quienes más hemos contribuido al calentamiento global. Pero eso no quiere decir que en otras épocas no se emitieran gases contaminantes a la atmósfera. El ser humano emite metano desde hace, al menos, 2.000 años.

Este descubrimiento se ha producido tras analizar el hielo de Groenlandia, en un estudio internacional que ha estudiado siglo a siglo las fuentes naturales y humanas que producen este gas. Así, ya durante el Imperio Romano, se producían emisiones de metano, un gas de potente efecto invernadero, por la actividad humana.

Para llegar a esta conclusión, el equipo de científicos, liderados por la Universidad de Utrecht (Países Bajos), analizó la abundancia de un isótopo del carbono (d13C) del metano en el interior de las placas heladas de Groenlandia. La proporción de este isótopo respecto a otros permite distinguir la fuente de la que proviene el gas.

A lo largo de los últimos 2.000 años, las emisiones de metano procedentes de la combustión de biomasa han ido variando. Los cambio de deben a los diferentes episodios climáticos (el periodo cálido medieval o la pequeña edad del hielo posterior), pero también a cambios en la población humana y en el uso de la tierra, como la quema de vegetación para desarrollar la agricultura.

Los científicos han detectado menos emisiones de metano durante el declive del Imperio Romano y más durante la expansión de las poblaciones a lo largo de la Edad Media. Es la primera vez que se observan variaciones a escala centenaria y la primera vez que esos cambios se asocian con datos arqueológicos, según asegura la paleoclimatóloga Célia Sapart, una de las autoras del trabajo.

En 2005, un estudio dirigido por Dominic Ferretti midió el d13C del metano emitido durante los últimos mil años, pero la resolución de los datos no les permitió detectar las oscilaciones observadas en este nuevo trabajo. La investigadora aclara que las emisiones de metano eran menos abundantes antes de la Revolución Industrial del siglo XIX.

Este gas es el segundo de origen humano, después del dióxido de carbono (CO2), que más contribuye al efecto invernadero y al calentamiento global del planeta.

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