Es verdad que el cambio climático afecta a todo el planeta. Sin embargo, los científicos están más pendientes de unas regiones. En especial, siguen muy de cerca los cambios que se producen en el Ártico. ¿Por qué?
La extensión del hielo del Ártico descendió a su nivel más bajo jamás registrado en septiembre de 2012: 3,41 millones de kilómetros cuadrados, es decir, un 49% por debajo del promedio mínimo registrado durante los años 1980 y 1990. Los científicos aseguran que esta tendencia está causada por la emisión de gases de efecto invernadero (GEI).
Cada año fluctúa la localización y extensión del hielo ártico, ya que es afectado por los patrones de viento y otros fenómenos climatológicos. Pero, en cualquier caso, las mejores estimaciones nunca cayeron por debajo de 9,8 millones de kilómetros cuadrados en la primera mitad del siglo XX y, probablemente, no sea inferior a 9 millones en los últimos mil años. Desde 1950, existe una clara tendencia al deshielo que no parece tener freno. Se han calculado menos de 4 millones de kilómetros cuadrados este año.
Tal tendencia, no sólo es una señal de que el cambio climático está causado por el hombre, sino que también significa que el hielo ártico es cada vez más vulnerable al colapso, al final, al punto de no retorno. De hecho, el hielo ártico se está derritiendo mucho más rápidamente de lo que preveían los modelos climáticos.
Pero el problema es mucho mayor de lo que parece a simple vista, ya que lo que sucede en el Ártico afecta a todo el planeta. Y por eso los científicos no dejan de vigilar el Polo Norte. Ya hay expertos que aseguran que la dramática pérdida de hielo en el Ártico contribuye a un clima más extremo en Estados Unidos. ¿Es el deshielo ártico el responsable de que el huracán Sandy asolara Nueva York?
La reducción del hielo afecta al flujo de energía en el sistema climático en el hemisferio norte. En particular, se altera la posición y la forma de las corrientes que favorecen un patrón con olas más pronunciadas. Eso supone que el aire tropical puede penetrar más al norte y que el aire ártico puede penetrar más al sur. El resultado es el aumento de clima extremo, tanto calor excesivo y persistente, como fuertes tormentas de nieve.
Un fenónemo que se retroalimenta
La reducción del hielo ártico aumenta el calentamiento en el mar Ártico, lo que acelera el derretimiento de la capa de hielo de Groenlandia y el aumento de los niveles del mar. Cuando se derrite el hielo del mar no hay un efecto directo sobre el nivel del mar porque los hielos flotantes desplazan exactamente el mismo volumen del agua que se derrite. Pero no ocurre lo mismo en el caso del hielo terrestre, como, por ejemplo, con la capa de hielo de Groenlandia.
El exceso de calor en el Ártico produce una fusión del hielo superficial de Groenlandia, lo que contribuye directamente al aumento del nivel del mar. Eso produce, a su vez, más inundaciones en la costa de Estados Unidos, sobre todo, en las costas del este del país y del Golfo de México.
El calentamiento del Ártico aumenta la cantidad total de calor absorbida por la Tierra y libera carbono de la capa subterránea de hielo, lo que aumenta aún más el calentamiento global. El hielo marino actúa como un parasol o un parabrisas que mantiene fresco el planeta. La sustitución de las superficies brillantes de hielo oscuro con las de mar abierto significa que la Tierra absorbe más energía solar. El efecto es equivalente a veinte años de emisiones de dióxido de carbono, según señala el físico Peter Wadhams de la Universidad de Cambridge.
Además, el Ártico mantiene miles de millones de toneladas de dióxido de carbono y metano atrapadas en la capa subterránea de hielo que podrían ser liberadas, lo que aumentaría la cantidad de gases de efecto invernadero en la atmósfera de la Tierra. Todo ello significa cambios climáticos aún más rápidos y clima más extremo.
En resumen, un fenómeno que se retroalimenta y que acelera el calentamiento global. El deshielo ártico demuestra que estamos cada vez más cerca del final.