Un animal tan pequeño puede ser el mejor testigo de que el cambio climático existe. Así lo cree, al menos, un equipo internacional, dirigido por investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (perteneciente al CSIC, Centro Superior de Investigaciones Científicas de España) y que describe, por primera vez, la distribución de la garrapata Ixodes uriae en la costa occidental de la península Antártica.
Esta garrapata es un ectoparásito que infecta a más de cincuenta especies. No es raro que viva en los cuerpos de las aves marinas de las regiones que rodean los polos. La garrapata es un minúsculo artrópodo que se concentra en gran número debajo de las rocas en las colonias de pingüinos y que puede llegar a ser un gran problema, pues actúa como transmisor de virus, bacterias y protozoos patógenos para los pingüinos y para otras aves marinas de la zona polar.
La garrapata Ixodes uriae puede transmitir la borreliosis o enfermedad de Lyme, provocada por la bacteria Borrelia burgdorferi, que afecta a los humanos y puede llegar a provocar artritis y trastornos cardiacos y neurológicos. La presencia de los parásitos, además, tiene otras implicaciones, como que es capaz de cambiar la dinámica evolutiva de las especies. Las garrapatas se alimentan de la sangre del animal que la hospeda y puede provocar un retraso en el desarrollo de los pollos o, incluso, su muerte. Aunque menos habitual, también puede provocar la muerte de adultos.
Según esta última investigación, la distribución de esta garrapata ha aumentado. Hasta ahora, sólo se conocía un lugar concreto donde se encontraban las garrapatas en la Antártida. Pero ahora tiene una distribución muy amplia y con gran abundancia en la región norte de la península Antártica, ha señalado Andrés Barbosa, investigador del MNCN, junto con el que han participado científicos de la Estación Experimental de Zonas Áridas (CSIC), la Universidad de Murcia, el Instituto Antártico Argentino y el CONICET argentino. Este mayor distribución puede tener la causa en el transporte de los huevos de las garrapatas en las patas de las aves migradoras desde sus territorios de cría a las zonas de invernada.
En los últimos cincuenta años se ha comprobado un incremento en las temperaturas registradas en la zona antártica y también se ha observado un aumento en el número de garrapatas en los años más cálidos en la misma zona. Así, este aumento de la población de garrapatas puede constituir un claro indicador del cambio climático en la Antártida.