Muchos son los problemas medioambientales que amenazan la integridad del Delta del Ebro. Como a perro flaco que todo se le vuelven pulgas, sus problemas son un descorazonador suma y sigue. A las grandes presas hidroeléctricas instaladas en el cauce del río, y que frenaron su crecimiento, se les suman la introducción de especies invasoras, la contaminación de sus aguas, el calentamiento global y una erosión marina que los sedimientos depositados no puede contrarrestar. Actualmente, las perspectivas de futuro no son nada halagüeñas, según afirma un reciente estudio sobre la vulnerabilidad de este parque natural a los cambios ambientales.
¿Qué será del Delta del Ebro a medio y largo plazo? Mejor que responder a esta pregunta, pues su futuro es incierto, podemos apuntar soluciones. De acuerdo con el informe realizado por la Universidad Autónoma de Barcelona, un modo de protegerlo sería devolviéndole lo que perdió. Es decir, aportarle los sedimentos restableciendo la misma actividad natural del río y ayudando también con el transporte de arena a las dunas.
El cambio climático es otro de los impactos humanos que lo amenazan, concluye la investigación. En el futuro, los efectos del calentamiento global se traducirán en una degradación ambiental de este patrimonio natural de incalculable valor.
Uno de los efectos más importantes del cambio cimático, según el estudio, será el aumento del nivel del mar, cuyas consecuencias se dejarán sentir en la agricultura, el turismo, la industria del Delta y, por supuesto, en el equilibrio de sus ecosistemas naturales. Así, la intrusión del agua del mar propiciará inundaciones con frecuencia, mermará el suelo habitable y cultivable y dañará los ecosistemas sin vuelta atrás.
Riqueza ecológica en peligro
Recordemos que el Delta del Ebro se formó por la acumulación de sedimentos que el río Ebro, el más caudaloso de la península ibérica, arrastraba desde su nacimiento y a lo largo de su recorrido. Sus sedimentos son provenientes, por lo tanto, de los Pirineos, el sistema Ibérico y también la Cordillera Cantábrica.
Siendo como es uno de los más importantes sistemas fluviales del Mediterráneo, atesora una tremenda riqueza ecológica por sus humedales. En ellos viven, nidifican, hibernan, descansan y se alimentan durante las migraciones buena parte de las aves existentes en Europa. De sus 320 kilómetros cuadrados, de los que sólo el 20 por ciento son áreas naturales y el resto superficie cultivable, siendo la mínima parte zona urbanizada donde viven alrededor de 50.000 personas.
El hombre, su principal enemigo
El Delta del Ebro es un lugar de importante actividad económica, incluyendo pesca acuicultura, turismo y agricultura, con un valor económico anual total de unos 100 millones de euros. Pero también estas actividades humanas son nefastas para su equilibrio ambiental, señala el estudio. Hasta tal punto es así que su impacto, junto con la construcción de presas, ha causado el principal daño a la zona.
A su vez, los factores hidroclimáticos son una amenaza creciente que podría sumarse a la inadecuada y actual gestión de recursos, pudiendo acabar con el Delta de forma irremediable. Por lo tanto, hay mucho por hacer, y también mucho en juego. Básicamente, la misión que le queda al ser humano es enmendar o desfacer este cúmulo de entuertos, es decir, evitar que en su epitafio acabe escribiéndose aquello de Entre todos lo mataron y él solito se murió.