Expertos e investigadores de distintas disciplinas, reputados climatólogos y hasta gurús del clima como Al Gore o Dimitri Zenghelis coinciden en la idea básica de que el cambio climático trastocará la realidad que vivimos, incluida la más cotidiana. Además, no siempre o, mejor dicho, pocas veces será para bien. En lo que respecta a la salud pública, este caos traerá nuevas enfermedades y agravará algunas de las que ya existen.
Dejando apuntado que la flora y fauna también sufrirán el embate del calentamiento global en forma de enfermedades y que, de hecho, ya están haciéndolo, nos centraremos en las patologías que afectarán al género humano, si bien en muchas ocasiones resulta imposible separar una cosa de otra.
Ocurre, por ejemplo, con la falta de agua potable producida por las sequías, que diezma los cultivos o los recursos naturales o con el desequilibrio producido por plagas o la erosión de ecosistemas, que a su vez acaba provocando un problema de salud pública, bien sea mediante una relación directa entre la pobreza de los ecosistemas y la escasez de recursos.
Ocurre por el simple contagio o, por ejemplo, a consecuencia de la migración de una especie a ecosistemas que se convierten en un nuevo hábitat o que multiplican las poblaciones animales por ser más cálidos.
Falta de agua y deshielo
Sea como fuere, si de enfermedades y cambio climático se trata, no podemos olvidar que la seguridad alimentaria del planeta depende en gran parte de la existencia de agua potable y de cultivo. A este respecto, según un informe patrocinado por Al Gore, hay más de mil millones de personas que recibe más de la mitad del agua a partir de la fusión estacional del derretimiento de la nieve y de los glaciares.
Por lo tanto, el deshielo progresivo que está produciéndose llevará a una catástrofe ambiental con consecuencias directas para grandes masas de población que se verían obligadas a abandonar sus hogares, convirtiéndose en refugiados ambientales y multiplicando los problemas de salud por inseguridad alimentaria y por el golpe que supondrán los eventos extremos y el aumento del nivel del mar.
Además, informes de la ONU advierten que los glaciares contienen contaminantes letales para el ser humano, por lo que su desaparición supondrá la liberación de esos tóxicos al aire y a los océanos y el incremento de casos de cánceres, tumores, enfermedades circulatorias, problemas de infertilidad y una larga lista de enfermedades.
Otra de las opiniones compartidas por la ciencia es la debacle sanitaria que supondría la inseguridad alimentaria mencionada, un factor que aumentará la pobreza, la degradación de los ecosistemas y, por lo tanto, los conflictos en la calle y también a nivel internacional. Ello, sin duda, alimentará todo tipo de problemas de salud.
De acuerdo con la Universidad de Harvard, los efectos del aumento de las temperaturas en la salud pueden desembocar en una mayor incidencia de enfermedades como los cálculos renales (por el descenso de la orina ante la mayor exposición solar), la malaria, la enfermedad de Lyme e incluso la depresión. Asímismo, el mayor número de incendios que se espera traerá enfermedades respiratorias y, por último, el calor favorece en gran medida las condiciones de vida de los insectos, con lo que se espera un aumento exponencial de las numerosas enfermedades que transmiten.