La Gran Muralla Verde


Los países mediterráneos, tanto los europeos como los africanos, comparten un grave problema: la desertificación. Además, con el cambio climático es bastante probable que este proceso se acelere. Una de las mejores formas de combatirlo es con zonas donde abunde la vegetación.

Senegal es uno de los países que más sufre la desertificación. El desierto del Sáhara está ganando terreno día a día, palmo a palmo, despacio pero inexorablemente. Por eso Senagal ha decidido emprender un ambicioso proyecto ecológico que ayude a frenar el avance del desierto: levantar un muro vegetal de siete mil kilómetros de longitud entre el océano Atlántico y el Índico.

La idea es plantar una gran superficie de árboles que, lógicamente, necesiten poca agua para sobrevivir. El proyecto se conoce como la Gran Muralla Verde y ya emplea a unas dos mil personas. El objetivo es reforestar unas cinco mil hectáreas. Pero los más utópicos quieren que esto sólo sea el principio. El objetivo final es que se planten 760.000 hectáreas, hasta llegar a Yibuti, país situado al otro extremo del continente africano, frente a la península Arábiga.

El principal impulsor de la Gran Muralla Verde es el presidente de Senegal, Adboulaye Wade, de 82 años, quien considera que el proyecto podría estar terminado en tres años. Para ello, ha creado la Agencia Panafricana de la Gran Muralla Verde, que coordinará a los países implicados y que está apoyada por el Banco Mundial.

Están implicados once países africanos cuyo territorio norte está ocupado por el desierto del Sáhara. Así, no sólo será beneficioso para el medio ambiente, sino también para los propios países, ya que unirán esfuerzos en un proyecto común y crearán empleo para sus ciudadanos. Además de detener la desertificación y la erosión, el muro puede proteger las fuentes de agua, como el lago Chad, que ha estado secándose durante décadas, y restaurar o crear hábitats para la biodiversidad. Y también proporcionar recursos alimenticios como frutas y verduras.

Este gran proyecto está apoyado por instituciones occidentales que han prometido invertir tres mil millones de dólares y auspiciado por la ONU.

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